El sistema multipartidista construido a lo largo del siglo pasado desapareció absorbido por la “cartelización” de los partidos mayoritarios –apadrinada y alimentada por las grandes televisoras–: la fusión de agrupaciones que defienden los mismos intereses y privilegios y que gobierna en la actualidad. Pero en esta elección aparecieron contrapesos: el surgimiento de candidatos independientes, el fortalecimiento de Morena, la tecnología telefónica y las redes sociales que permiten que cada ciudadano registre y divulgue masivamente los crímenes y corruptelas de la casta gobernante.
Twitter. Nuevas formas de comunicación. Foto: Especial
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Nuevamente una elección intermedia es un parteaguas (la otra fue en 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados) en la historia de la democracia mexicana: El cártel de partidos, formado por PRI, PAN, PRD y el satélite tricolor PVEM, se resquebraja ante la emergencia de las candidaturas independientes –particularmente para el gobierno de Nuevo León y la alcaldía de Guadalajara– y el nacimiento de un nuevo partido (Morena) que amenaza convertirse en la tercera fuerza política nacional.
La historia contemporánea de México muestra que el régimen del partido hegemónico, con diferentes etapas, duró de 1929 a 1989, cuando el PRI ganaba (también con marcadas diferencias: en algunas ocasiones con votos y en otras, con fraudes descarados) todas las elecciones importantes y mantenía el control de más de 70% del Congreso.
En 1989, después de que la elección de 1988, la de Carlos Salinas de Gortari, fue duramente cuestionada, finalmente el PRI –o mejor dicho, Salinas de Gortari– reconoció su derrota en Baja California, primer gobierno ganado por el blanquiazul tras medio siglo de vida.
De 1989 a 1997 se vivió la etapa del partido dominante; es decir, el PRI mantenía la mayoría en ambas cámaras y gobernaba 29 de las 32 entidades federativas; además de Baja California, sólo perdió Guanajuato en 1991 –este último, a través de la denominada concertacesión a un panista distinto al que había sido el abanderado de dicho partido– y Jalisco en 1995.
De 1997 a 2007, a pesar del decepcionante gobierno de Vicente Fox y de la ausencia de la anhelada reforma del Estado, se vivió la ilusión de que podía transitarse hacia una democracia pluripartidista que realmente empoderara al ciudadano.
Pero el momento electoral que se vivió, sobre todo en la contienda de 2000, también marcó la entronización de la televisión como el medio indispensable para lograr el posicionamiento de un candidato y un partido. El triunfo de Vicente Fox, candidato de la Alianza por el Cambio, no puede explicarse sin analizar su estrategia de comunicación, la cual le permitió que la población lo percibiera como el triunfador del primer debate televisivo y convertir un error (su empecinamiento de que se celebrara ese día, con la inacabable repetición de “hoy, hoy, hoy…”) en su grito de batalla.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 2014, ya en circulación)
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