Las compañías Genomma Lab, Nadro y Marzam tienen en común algo más allá
que su arraigo en el sector farmacéutico. Documentos obtenidos en el
marco de la investigación Panama Papers, demuestran que las tres
estuvieron involucradas en una transacción irregular, hasta ahora
desconocida, para concentrar el mercado en unas cuantas manos: las de
ellos mismos.
“En esta carta es que está el nombre del mero mero […] rápidamente
queda claro que está relacionado con uno de los grupos más fuertes en la
industria farmacéutica, […] considero que es el medular en cuanto a la
razón de la operación”, dice uno de los correos electrónicos internos
entre los empleados del despacho de servicios financieros
Mossack Fonseca, para referirse a Pablo Escandón, el dueño de una de las distribuidoras de medicamentos más grandes de México,
Nadro.
Este correo es de septiembre de 2015, cuando Mossack Fonseca ayudaba a
crear una compleja estructura de compañías y un fideicomiso, en Holanda
y las Islas Vírgenes Británicas. ¿Con qué propósito? Esconder que,
detrás del supuesto nuevo competidor que compraría a la distribuidora de
medicinas
Marzam, en realidad estaba una familia con más de 30 años en el mercado,
Pablo Escandón y su esposa,
Marina Matarazzo.