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jueves, 5 de noviembre de 2015

Atletas tarahumaras que triunfaron en Brasil, de vuelta a la realidad: Jornadas extenuantes, injusticias, violencia…

Lejos de los reflectores, la fama y con escaso apoyo gubernamental, los atletas tarahumaras que triunfaron en los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas en Brasil enfrentan en el día a día jornadas de trabajo extenuantes en medio de un sistema que los encarcela y priva de sus tierras.

                            
                                           Los tarahumaras que participaron en Brasil.

CHIHUAHUA, Chih., (apro).- Con temperaturas muy altas y la humedad en contra, la delegación de tarahumaras que participó en los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas en la ciudad de Palmas, Brasil, regresó triunfante y orgullosa de haber representado a su etnia ante 28 países del mundo.
A pesar de la falta de apoyos y su novatez en este tipo de competencias, el conjunto logró los primeros lugares en carreras de ocho kilómetros y cuarto en costado de fuerza.
En el anonimato, lejos de los reflectores, los atletas deben regresar a su vida cotidiana: sembrar, intentar estudiar, atender a sus familias, luchar porque los dejen de criminalizar.
Los diez corredores indígenas chihuahuenses arribaron ayer al aeropuerto Roberto Fierro de la ciudad de Chihuahua.



La revelación de los tarahumaras fue Mateo González Bautista, un joven de 27 años que ganó el segundo lugar en la carrera de 8 kilómetros 400 metros. Es la primera ocasión que participa en una competencia de ese nivel y logró llegar segundos antes que el campeón Silvino Cubésare Químare.

Mateo González Bautista se dedica a la construcción y es originario de Savarechi, municipio de Carichí, una región fuertemente golpeada por la sequía y por caciques que han impedido a la comunidad contar con el reconocimiento de sus tierras.

Para el joven atleta, el momento en el que llegó a la meta es indescriptible: “Se siente una alegría y una emoción que no se puede explicar. Nos aplaudieron y nos felicitaron todos”.

González Bautista está casado y hace dos años abandonó la carrera de Contaduría, porque estaba a punto de ser padre. Hoy busca la oportunidad de ingresar a la carrera de Enfermería o ingeniería en Ecología.

“Es un orgullo representar a mi gente rarámuri”, dijo al llegar a Chihuahua en entrevista y llamó a las autoridades a apoyar a su etnia con la promoción de más actividades deportivas para promover el talento de la Tarahumara: “También hace falta más recursos para comer, para que no haya tanta violencia”.

Para Mateo, el entrenamiento que tienen los corredores tarahumaras es su misma rutina diaria, debido a que están acostumbrados a correr varios kilómetros. “Cuando estoy en la ciudad de Chihuahua, salgo a correr al parque El Reliz, por ejemplo”.

Su compañero de competencia, Silvino Cubésare Quimare, abandonó de inmediato el aeropuerto, porque debía abordar el autobús que lo llevaría hasta Huisuchi, del municipio de Batopilas.

“Yo no tenía muchas ganas de ir, porque pensé que no íbamos a traer buenos lugares, pero sí lo logramos. Es que dejé tirado el trabajo, dejé pendiente la siembra del maíz y de frijol, ahora tengo que regresar. Ahora ya van a terminar la pizca de frijol, voy a ayudar en eso”, cuenta vía telefónica mientras se traslada hacia el lugar donde abordará el camión hacia la Sierra Tarahumara.

Silvino, quien es padre de cinco hijos, lamentó que el gobierno no otorgara becas suficientes a los deportistas, pero a pesar de ello, le satisface inculcar a su familia el orgullo para “salir adelante, por la necesidad que tiene uno de dar lo que podemos”.

Además de competir en las actividades deportivas, los tarahumaras participaron con la danza pascol, llevaron sus instrumentos tradicionales, como violines y sus trajes típicos.

La delegación mexicana estuvo conformada por más de 75 atletas indígenas de diferentes entidades, de los que once son chihuahuenses, diez atletas y el profesor que los acompañó, Francisco Lara Carreón, presidente de la Asociación Estatal de Juegos y Deportes Autóctonos.

Las participantes chihuahuenses fueron: Irma Chávez, Lourdes Bustillos, Silvia Castillo Ramírez, Macedonia Chávez, Pilar Bustillos y la maestra Esmeralda Gutiérrez López, quien compitió en la modalidad de jalar la cuerda o fuerza de cuerda.

Por parte del equipo masculino: Carlos Andrés Fierro, Mateo González, Silvino Cubésare, Francisco López y el profesor Erasmo Nava Juárez, arquero y también atleta.

Los indígenas participantes viajaron apoyados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), por el gobierno del estado y por la Unión Ganadera Regional del Norte.

De regreso a la realidad

Lourdes Bustillos es originaria de Norogachi, en el municipio de Guachochi y hace unos años migró a la ciudad de Chihuahua, sin abandonar por completo su tierra, para dar estudios a sus seis hijos. Es madre soltera.

La mayor de sus hijas estudia Enfermería, otra ya se graduó de preparatoria y una más cursa tercer semestre de ese nivel; el cuarto estudia secundaria y los dos más chicos asisten al kínder. “A los más chicos los tengo en un albergue en la ciudad de Chihuahua, los ve cada semana”.

Es artesana y además se dedica a limpiar casas. “Hay que trabajar mucho para salir adelante”.
Lourdes Bustillos corrió la carrera de los 8 kilómetros 400 metros. “Iba a mero adelante pero no llevaba licra, haz de cuenta que nos arañaron, hacía mucho calor y húmedo, sudamos mucho, traíamos como ampollas en las piernas, pero llegamos todas y como si nada … Otras se desmayaron”, dice mientras muestra que corrió con huaraches y sus nahuas tradicionales.

Una de sus compañeras es Macedonia Chávez Hernández, quien tiene 27 años de edad y es de la ciudad de Chihuahua. También participó en la carrera de más de 8 kilómetros. “Me fue muy bien, hacía mucho calor, pero conocimos mucha gente, Brasil es muy bonito aunque no tanto como la sierra (Tarahumara)”. Ella es soltera y trabaja en una escuela de una colonia indígena de la capital.

En la delegación también se encontraba Irma Chávez Cruz, de Rejogachi, municipio de Guachochi. Cursa el penúltimo semestre de la carrera de ingeniería en Ecología de la Universidad Autónoma de Chihuahua y su deseo es enfocarse a combinar el ámbito cultural con el ambiental, para desarrollar proyectos productivos ambientales.

“A le gente le ayudaría para hacer conciencia ambiental, porque por ejemplo, para la mujer en la Sierra, el cuidado ambiental es parte de su rutina, es un pueblo con vida espiritual”, dice la joven de 24 años.

Irma Chávez también participó en la carrera de 8 kilómetros y en la de cabo de fuerza, donde las brasileñas se llevaron los primeros lugares. “Ellas (las brasileñas) son mujeres fuertes y tienen más de 12 años desarrollando esa técnica. A mí me gustó mucho la convivencia de hermanos de diferentes países, intercambiaron palabras de las diferentes lenguas”.

Opina, como sus compañeros, que los primeros lugares que ganaron Mateo y Silvino, son un logro, porque los rarámuri están preparados para ganar carreras de resistencia, no de velocidad. El canadiense que obtuvo el primer lugar ganó con una diferencia de 43 segundos del segundo lugar.

Otro participante tarahumara que viajó a Brasil para competir en la carrera de 8 kilómetros es Carlos Andrés Fierro González, estudiante de la carrera de Periodismo.

Es de Creel, municipio de Bocoyna y tiene 22 años. Su sueño es ejercer el periodismo desde la edición, “quiero ser veraz en lo que pueda informar”, dice sonriente.

Injusticias contra los indígenas

Francisco López, abogado de 31 años, viajó a Brasil para participar en la carrera de más de 8 kilómetros y en la demostración de la carrera de bola. Es originario de Norogachi, municipio de Guachochi.

El padre de tres niños pequeños, dice que estudió Derecho por elección de vida para realizarse como profesionista y tener un mejor sustento para su familia, pero también porque su gente carece de instrumentos de acompañamiento legal para enfrentar procesos judiciales.

“La experiencia, por ejemplo en Guachochi, es que hay muchos indígenas que tienen sentencias máximas porque no tuvieron una defensa legal adecuada”.

Señala que el rarámuri que comete un delito es consciente de éste y lo reconoce, porque así están formados en la justicia tradicional, mientras que los chabochis o mestizos, siempre niegan sus delitos.

Sin embargo, debido a que carecen de información, de conocimiento o por la misma lengua, los indígenas en muchos casos no logran entender de lo que se les acusa ni de la dimensión del delito que se les imputa y varios enfrentan penas máximas sin merecerlo.

En entrevista, Francisco López llamó a las autoridades a atender las comunidades indígenas para evitar más injusticias.

Advirtió que últimamente, en las comunidades indígenas se cometen homicidios con más saña. “El rarámuri sabe que el delito desestabiliza la paz social, pero aun así, el delito máximo que es el homicidio por ejemplo, se daba en riñas o en alguna borrachera, pero ahora se da en otro contexto, con más violencia y por otros motivos, con más influencia de otra cultura (del crimen organizado)”.
Fuente : Proceso.

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