El periodista Francisco Cruz, uno de los autores de “La guerra que nos ocultan”, habló sobre esta obra que coloca la atención sobre la muerte de Julio César Mondragón, tras la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en Iguala, la madrugada del 27 de septiembre de 2014.
“Era un tema olvidado por la brutalidad del asesinado y desollamiento de Julio, todo mundo prefirió ver a otro lado, todo mundo tenía miedo”, consideró en entrevista para Aristegui CNN.
Julio César “es el gran olvidado del caso de los 43 desaparecidos”, comentó y aseguró que existe una “conspiración para proteger la actuación de las fuerzas armadas”.
“Encontramos cosas y datos que no se han dado: por ejemplo una sábana de registros de llamadas que Telcel le entregó a la PGR”, refirió sobre el celular del joven desollado.
“Cuando asesinan a Julio César alguien le roba su teléfono celular, y ese teléfono que debía ser uno de los más buscados en este país, desaparece”, detalló.
“Pero con la tecnología… lo que encontramos es que dentro del expediente, alguien sabe que meses después (hasta abril 2015) el teléfono estaba funcionando perfectamente y las huellas de ese teléfono llevan una parte a una oficina del Cisen en la Ciudad de México, a las puertas, y otras, a un campo de golf del Campo Militar número 1, seis meses después de muerte”, reveló.
Los autores del libro “reconstruyen la vida de ese teléfono”, pues “él o los asesinos lo tuvieron en cada lugar en los que estuvo Julio César y luego después aparecen llamadas a la Ciudad de México, ¿a dónde?, a las puertas del Cisen y a los campos de golf”, sostuvo.
“Alguien hizo uso de ese teléfono ahí, alguien lo usó, ocho llamadas, cuatro y cuatro (en el Cisen y en el campo militar). En realidad lo usaron 30 veces después del asesinato. 30 en total que siguen la ruta que siguió Julio César. El teléfono describe los días posteriores a Julio César”, expuso.
Cruz precisó que las sábanas de las llamadas telefónicas retratan el mapeo de la ruta que siguió Julio antes de su muerte, es decir los puntos en los que estuvo en Iguala.
“Cada teléfono celular tiene una huella digital internacional, y esa fue la ruta que reconstruimos Félix, Miguel y yo”, mencionó.
El periodista aseveró que a los estudiantes de Ayotzinapa “no los estaban siguiendo, los estaban esperando. Había un operativo de contrainsurgencia contra unos estudiantes, nunca los siguieron, los fueron llevando, los fueron acorralando, fue una cacería”.
Cada punto en el que llamó Julio a su esposa, “tiene un registro y ese registro fue el que recorrimos y el que recorrió la sábana de las llamadas, hasta que llegó a la Ciudad de México”.
Recordó que la Normal Rural Raúl Isidro Burgos “se había convertido en un foco peligroso para el gobierno, para la industria minera trasnacional, había registros de que Ayotzinapa era centro de reunión de todos los movimientos y líderes sociales enojados con el régimen, porque las cosas no funcionan”.
“Los estudiantes se habían convertido en un peligro para el desarrollo minero… ya estaban cansados de los estudiantes, estaban sobre ellos, nunca se les salió de control”, insistió. “Hay un hilo que nos lleva a que el problema de Ayotzinapa es que está toda la zona asentada en yacimientos minerales”.
A Mondragón lo calificó como “un joven rebelde con ideales, con un plan definido”.
Agregó que el Ejército sí tuvo algo que ver en los hechos ocurridos en Iguala, pues ellos estaban a cargo del C-4.
A la escuela desde hace mucho la quieren desaparecer, apuntó. Además de que “en Guerrero hay un proceso sistemático para desaparecer, aniquilar, estudiantes, líderes sociales y maestros”.
Por último, el autor aseguró que existe una “conspiración de silencio para proteger a las fuerzas armadas”, las cuales “son intocables en este país”.
Fuente : Aristeguinoticias.
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