profesor de psicología de cuarenta años; los innuendos eran sexuales, pero incluían temas de tareas y siempre comenzaban con frases falsas como “ahora que te me acercaste después de clase”.
Acompañada de sus amigas que eran testigas, Ana buscó a las autoridades escolares después de sufrir un ataque de pánico luego de seis meses de hostigamiento sexual diario. La confrontaron con el profesor, quien aseguró haber borrado por error todos los mensajes con la alumna y por tanto no podía demostrar que ella lo quería seducir. La chica, devastada frente a la mentira y el ejercicio de poder abusivo del profesor, abandonó la escuela. Sus amigas recibieron la lección: las autoridades universitarias no saben resolver problemas de hostigamiento sexual. Miles de casos idénticos suceden también en secundarias y preparatorias.
Catalina es una joven feminista muy activa en redes sociales, de vez en cuando sus opiniones han irritado a hombres que se sienten directamente aludidos (sin que ella siquiera les conozca o los mencione) por el activismo en contra de las violencias contra las mujeres. Claramente son agresores de mujeres que se sienten exhibidos por razonamientos impecables.
Los ataques a Catalina siempre tienen amenazas, insultos con una fuerte carga sexual, burlas relacionadas con violaciones tumultuarias (insinúan que la chica critica la violencia machista porque quiere que la violen). Estos ataques son persistentes en todo el mundo. La gran mayoría se ocultan bajo pseudónimos en sus redes, en particular en Twitter, pero otros lo hacen abiertamente formando grupos de estudiantes hartos del feminismo. Hay casos, como uno colombiano, en que los alumnos han amenazado de muerte a una profesora feminista enviándole sus propias fotografías donde la dibujan golpeada o incluso muerta. En estos casos sólo a las mujeres y a activistas gays los amedrentan con amenazas de violación en lenguaje gráfico.
Vale la pena detenernos a diferenciar el acoso del hostigamiento. Según leyes internacionales y nacionales, el acoso consiste en hacer insinuaciones indeseables, en un comportamiento verbal o físico, en general de índole sexual, que pretende interferir de manera directa en el comportamiento de la víctima acosada, acallarla, controlar sus actividades usando técnicas de intimidación, hostilidad y ofensas.
El hostigamiento[1] se refiere a una manifestación de poder de una persona sobre otra mediante una coacción, en general de contenido sexual, que proviene de un superior dirigida a alguien de menor rango que, al denunciar, corre peligro de perder su trabajo.
Todos los días encontramos casos de acoso en el ciberespacio, y cada vez se documentan de mejor manera los casos de hostigamiento sexual que pasan por las redes sociales. En general los acosadores pretenden amedrentar a sus víctimas por ejercer su libertad de expresión, pero llegado el momento de confrontarles, basan su defensa justamente en su propio derecho a expresarse libremente y compartir su opinión.
En México el 47% de usuarios de internet tienen entre 12 y 18 años. El ciberacoso surge a partir de desacuerdos, celos, envidias y rompimientos amorosos para los cuales chicos y chicas encuentran en el ciberespacio una zona protegida para destruir la reputación de alguien de su entorno sin enfrentar consecuencias. Por eso el 80% de los casos de acoso que busca denigrar a un niño o niña ocurre en internet.
Las herramientas tecnológicas han creado un espacio para potenciar la violencia omnipresente. La ignorancia del 90% de usuarios de redes sobre seguridad y privacidad nos impide educar adecuadamente, y las leyes de Libertad de Expresión son utilizadas para defender los ataques que persiguen silenciar opiniones.
Melva Sangri, creadora de Mamá Digital, ha creado herramientas interesantes en español para enfrentar este fenómeno. Las leyes por otro lado, gracias a la ignorancia de legisladores, insisten en al punibilidad en lugar de en la educación y prevención. Entre en www.mamadigital.com.mx para aprender más.
Por Lydia Cacho
Fuente : Aristeguinoticias.
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