La escuela normal rural "Raúl Isidro Burgos", en Ayotzinapa, Guerrero. Foto: Octavio Gómez |
De las 29 instituciones originales sólo quedan 17. En los últimos 40 años, además de las agresiones, cada vez más frecuentes y violentas, los gobiernos estatales y el federal han intentado a toda costa cerrarlas o transformarlas en centros de educación técnica para formar sólo “técnicos de turismo”.
Esa tendencia se manifestó en 2000, cuando la Escuela Normal Luis Villarreal, en El Mexe, Hidalgo, sufrió los embates y ocho años después se convirtió en universidad politécnica. En noviembre de 2012 le llegó el turno a la Normal Vasco de Quiroga, en Tiripetío, Michoacán, donde hubo 133 detenciones.
En el ínterin, entre 2007 y 2011, se desató la represión contra los estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos –conocida como Ayotzinapa–, en Guerrero. En ese periodo murieron dos jóvenes por disparos de la policía estatal. La desestabilización contra los estudiantes guerrerenses se agudizó el pasado 26 de septiembre, cuando policías de Iguala dieron muerte a dos de ellos. Ese día desaparecieron también 43 normalistas.
El miércoles 8, luego de la marcha de protesta en Chilpancingo, un normalista de Ayotzinapa subió a la tarima y tomó el micrófono para demandar la presentación de sus 43 compañeros: “El Estado nos ve como el enemigo y sólo somos estudiantes”. Su voz retumbó en las paredes del palacio de gobierno.
Desde los setenta, el gobierno federal asocia a las normales rurales con la rebeldía, pues de ellas han egresado luchadores sociales como Othón Salazar, Pablo Gómez, José Santos Valdez, Misael Núñez Acosta, así como los guerrilleros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1981, ya en circulación)
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