El último mensaje en Facebook de Eduardo Sánchez Lira Smith. |
Sin embargo, el 9 de marzo siguiente, cuando se encontraba a bordo del barco “Island Princess”, a punto de partir del puerto de Colón en Panamá, Eduardo fue encontrado muerto dentro del camarote que compartía con uno de sus compañeros de trabajo.
Han pasado más de cuatro meses y su familia, amigos y maestros siguen incrédulos sobre las circunstancias de su muerte. La empresa y el ministerio público de Panamá la manejaron como un suicidio. De acuerdo con esta versión, el joven chef se colgó de los barrotes de la litera del camarote donde dormía.
No obstante, sus padres rechazan de principio a fin la historia que les fue contada sobre su muerte. Tienen varias razones: una serie de vacíos en la información dicha por los representantes de la empresa, comentarios de compañeros de Eduardo en el crucero que ponen en duda la versión oficial y la ausencia del informe pericial de los investigadores del caso que no les han entregado.
Pero, según su madre Verónica Smith, hay una razón más poderosa para dudar del hecho: el entusiasmo con el que su hijo emprendió ese viaje y sus proyectos futuros.
“Mi hijo no consiguió ese trabajo porque tuviera necesidad (económica). Pero él quería aprender, tener experiencias, pensaba un día poner su propio restaurante”.
La contratación
Eduardo se topó con el anuncio de vacantes en la misma escuela donde estudiaba en esta ciudad. Después de leerlo, llamó a la empresa contratante, que resultó ser Insearch Human Resources S.A. de C.V., una outsourcing con oficinas en Paseos de la Hacienda de Echegaray en Naucalpan, Estado de México.
Según su anuncio, se encarga de “reclutar y seleccionar personal para trabajar a bordo de cruceros de lujo que operan en aguas internacionales alrededor del mundo”.
De acuerdo con la información de su portal de internet –confirmada por los padres de Eduardo – para ser contratado, el muchacho debía presentar un conocimiento de inglés intermedio, gusto por el servicio, habilidades de comunicación, ser responsable y tolerante al trabajo bajo presión, acreditar un examen médico (estándar internacional), además de aprobar la entrevista y calificar para la visa americana de trabajo C1/D.
A cambio, la compañía le ofrecía un contrato por nueve meses (Eduardo regresaría en noviembre de este año) a bordo del barco, los boletos de avión en viaje redondo, servicios médicos y seguro de gastos médicos a bordo, un salario de 850 dólares mensuales y alimentos sin costo durante el viaje.
Eduardo y Verónica, sus padres, lo acompañaron a Querétaro y a la Ciudad de México para realizarse los exámenes médicos, psicométricos, obtener la visa y los demás requerimientos.
Insearch les indicó en qué hospitales debían practicarse. Uno de ellos era uno del Grupo Ángeles en la Ciudad de México. Todo lo pagaron ellos con el compromiso de que la empresa les reembolsaría el gasto una vez que comenzara a trabajar en el crucero.
Finalmente, el flamante chef viajó el 17 de febrero a Los Ángeles, Estados Unidos, de donde partiría un par de días después el barco “Island Princess” a su recorrido.
Dudas, contradicciones, silencio
El 6 de marzo, en su muro de Facebook, Eduardo hizo una última publicación con una imagen suya, sonriente, y el siguiente mensaje: “Saliendo de Miami con destino a Aruba, ámonos paisanos! :D”. Unos días antes había hablado con su mamá por teléfono desde el barco, pero con muchas dificultades en la comunicación.
Fueron los últimos contactos de la familia con él.
“En una de sus últimas llamadas me contó que en el barco le habían pedido sus documentos –pasaporte, visa y otros- y que se habían quedado con ellos. No me dijo por qué, era muy difícil hablar, teníamos que gritar porque no nos escuchábamos bien”, dice Verónica Smith, en entrevista en su casa de Guanajuato.
Tres días después, el 9 de marzo, ella y su esposo recibieron la llamada telefónica desde el barco en la que una persona les informó que su hijo se había suicidado.
Según lo poco que se les dijo, el muchacho fue encontrado en su camarote, colgado del cuello desde los barrotes de las literas. La persona que les llamó les dijo que Eduardo no se presentó en la cocina al iniciar su turno por la mañana, cuando fueron a su camarote, éste estaba cerrado y no respondía al llamado. Hasta después de las cinco de la tarde entraron y lo encontraron sin vida.
Como pudieron, localizaron los datos de la embajada de México en Panamá y establecieron contacto con Daniel Aguado, del Consulado mexicano, quien les indicó que viajaría a Colón para informarse sobre lo ocurrido.
A partir de esa primera llamada todo fue confusión, dolor, duda.
“Luego nos llamaron de la empresa que lo contrató y nos dijeron que sentían mucho nuestra pérdida, pero que no era con ellos. Nosotros únicamente autorizamos por escrito al cónsul para que recibiera la información, el peritaje legista y las cosas de mi hijo. Y resultó que su teléfono celular fue entregado a la empresa y no nos ha sido enviado, con puros pretextos y justificaciones”, denunció Verónica.
Al padre de Eduardo lo hicieron viajar a la Ciudad de México para tramitar una carta para autorizar la repatriación. Después, el cónsul en Panamá les hizo saber que era innecesario porque él podía efectuar el trámite y certificar el documento.
Pese a la insistencia de una prima y una tía de Lalo por viajar a Panamá y apersonarse ante los responsables del crucero y el Consulado, las autoridades migratorias les dijeron que no fueran porque no era necesario.
El cuerpo del joven arribó a Guanajuato dos semanas después. “Era jueves santo. Le pusieron un traje, ya estaba embalsamado o preparado. Unos médicos amigos de la familia le revisaron el cuello y no le encontraron ninguna marca”, refiere el padre del joven.
Unos días después, llegaron las pertenencias de su hijo. No estaba su teléfono celular. La computadora estaba dañada de la pantalla y entre las cosas, apareció una de sus playeras con manchas de sangre, como una salpicadura, como lo comprobó la reportera.
La familia encontró en Internet un muro de Facebook dedicado a información sobre los cruceros donde se daba cuenta de la muerte de Eduardo, así como una publicación del periódico El Siglo en Panamá del viernes 11 de marzo que daba así la noticia:
“Fatal. Cientos de pasajeros de un crucero de turismo anclado en un puerto en Colón, no pudieron zarpar, al hallarse un hombre ahorcado en el interior.
“El difunto fue identificado como Eduardo Sánchez Smith, mexicano de 21 años. Su cuerpo sin vida fue ubicado a eso de las 12:30 de la medianoche del jueves.
“El cuerpo del extranjero permanece en la morgue provincial, donde el médico forense hará la necropsia para determinar y esclarecer la causa de la muerte.
“Posteriormente, será repatriado”.
Sin embargo, también encontraron un comentario de una turista que viajaba en ese crucero, quien escribió: “Es una noticia muy lamentable. La familia debería de investigar lo que pasó”.
Los padres de Eduardo establecieron contacto con algunos de sus compañeros en el crucero.
Inicialmente les dijeron que la empresa les prohibió hablar con la familia del chef o comentar cualquier cosa sobre su muerte.
No obstante, les comentaron que, contrario a la versión de la empresa, Eduardo se había presentado a su turno de labores por la mañana.
“Nos dijeron que era imposible que se faltara porque desde temprano se les llamaba insistentemente al camarote y si no llegaban los buscaban de inmediato”, les contaron.
Agregaron que, al concluir el turno, éste les dijo que se iría a fumar un cigarro. No pasó más de media hora cuando su compañero de camarote lo encontró muerto. Tenía una toalla metida en la boca.
La familia también supo que las habitaciones del barco se pueden abrir con “una tarjeta”, que Eduardo convivió con sus compañeros una noche antes y que les comentó que estaba contento y adaptándose a las pesadas exigencias de trabajo y del viaje.
“Mi hijo tenía un carácter reservado, pero era muy firme. Si algo no le gustaba, lo decía claramente. Si no se hubiera sentido a gusto o hubiera querido irse, lo hubiera hecho y ya”, cuenta Verónica.
La familia Sánchez Smith logró hablar con Ricardo del Castillo, personal de Recursos Humanos de la empresa Insearch, quien les dijo que les enviaron el teléfono celular de Eduardo y que pronto se los harían llegar. Pero siguen en espera.
La empresa les informó que sus compañeros reunieron mil 900 dólares para apoyarlos en los gastos funerarios y que la misma compañía les entregaría otros mil dólares. No obstante, tampoco eso se ha cumplido y, peor aún, no han tenido más contacto con ella.
Hace tres semanas, el cónsul mexicano Daniel Aguado les informó que “por estos días” recibirían el informe del forense. Tampoco lo tienen aún.
Eduardo, de 1.75 metros de estatura y unos 90 kilos de peso, “no pudo ahorcarse en esos tubos; nos han dicho y se ve en la foto del camarote que pudimos conseguir, que no resistirían, parece imposible”, coinciden, todavía en su doloroso estupor, sus padres Eduardo y Verónica.
Y concluyen: “Nuestro hijo se fue por un sueño, por sus proyectos y nos lo regresaron muerto. No creemos, no nos aclaran. Hemos pasado por ira, dolor, llanto. No vamos a parar hasta saber qué pasó”.
Fuente : Proceso.
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