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sábado, 13 de febrero de 2016

Convierten en espectáculo la recepción de Estado al Papa Francisco

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El presidente Enrique Peña Nieto claudicó a la idea del Estado laico en la parafernalia de recibimiento al jefe del Estado Vaticano, Jorge Bergoglio, a quien los católicos reconocen como su líder religioso.
Rivera y Peña reciben a Bergoglio en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
Rivera y Peña reciben a Bergoglio en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
 El monarca se resistía, pero la insistencia de más de 7 mil personas que se congregaron en el Hangar Presidencial lo convencieron, luego de que el presidente Enrique Peña Nieto se aproximara a decirle algo al oído. El jesuita entonces caminó frente a la gradería pletórica de la burocracia priista mexiquense para dar su bendición en cada estructura.
Ya desde Vicente Fox, quien al recibir a Juan Pablo II le hizo una genuflexión y le besó el anillo papal, parecía que se terminaba con siglo y medio de tradición laica. Pero esta vez fue más allá, y aunque no hubo genuflexión, el acto devino en la espectacularidad que sólo puede alcanzar un festival multitudinario de artistas de televisión.

El nuevo hangar presidencial del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, convertido en un enorme escenario, con gradas para alojar a unos 7 mil invitados, templete para artistas y alfombra roja, recibió al sumo pontífice de los católicos con tratamiento de “su santidad”, cánticos de artistas del pop mexicano con orientación religiosa, y una selecta concentración de asistentes de la burocracia federal y mexiquense, con todo y sus familias, a quienes se les instruyó previamente sobre cómo recibir al Papa Francisco.
El escenario que aquí olvidó la laicidad no hubiera estado completo de haber faltado las pantallas gigantes que durante la tarde mostraron una producción o, mejor dicho, un diseño donde aparecía la silueta que se advierte similar a la imagen de la llamada virgen de Guadalupe frente a la silueta de Francisco, en cuyo cuello lleva el mapa de México como si fuera un babero. Entre ambos, una cruz.
Niños reciben al Papa Francisco en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
Niños reciben al Papa Francisco en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
El Cielito Lindo
Preciso, poco después de las 19:20, el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, Angélica Rivera, recibieron al Papa Francisco al pie de la escalinata, cuyos peldaños lucían el escudo del Vaticano, pequeño país enclavado en Italia.
Momentos antes un mariachi y la concurrencia cantaban, por alguna elección inexplicable de la producción, el Cielito Lindo.
La salutación y las formalidades transcurrieron rápido y se pasó a la recepción de un cofre que, según se explicó, contenía tierra de las 32 entidades federativas y que le entregaron cuatro niños. Cofre y niños recibieron la salutación papal.
De inmediato, se anunció la canción “Luz” interpretada por los artistas convocados por Angélica Rivera para grabarle un disco al Papa.
Previamente, los siete mil asistentes fueron instruidos de que al anunciar la canción debían encender la luz de sus teléfonos celulares, lo que ocurrió para dar inicio a una cadena que lo acompañaría, según lo planeado, a través de su recorrido hasta la nunciatura donde pernoctará.
Al terminar la canción, Francisco –nombre elegido por el religioso para asumir el pontificando– recorrió la alfombra roja. Se detuvo una vez más para abrazar a los niños que lo esperaban en otro escenario ya muy cerca del hangar presidencial.
Los asistentes pedían la bendición papal y fue hasta entonces que aceptó caminar por el frente de las graderías saludando y haciendo la señal de la Cruz.
Rivera y Peña reciben a Bergoglio en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
Rivera y Peña reciben a Bergoglio en el hangar presidencial. Foto: Eduardo Miranda
Los de Toluca en el hangar
El recién inaugurado hangar presidencial –construido por Juan Armando Hinojosa Cantú, constructor y financiero de la Casa Blanca de la primera dama Angélica Rivera– encontró un nuevo uso en el festival artístico que agasajó a los invitados, la mayoría originarios de Toluca, Estado de México.
Eran las 4 de la tarde cuando las gradas dispuestas en el patio de maniobras del hangar presidencial lucían ya con una cifra numerosa de hombres de traje y corbata y mujeres con sus mejores galas.
Justo es decir que no se trata de cualquier clase de invitados, sino de gente que viste prendas de calidad evidente, con numerosas mujeres de cabello rubio planchado, las jóvenes, y con crepé las mayores.
Poco se sabe del reparto de invitaciones que todavía la tarde del jueves se repartían entre funcionarios federales, luego de la intempestiva cancelación de boletos que se dieron en el Gobierno de la Ciudad de México, cuya burocracia se quedó con las ganas.
El maestro de ceremonias pregunta a las gradas que si vienen de Mérida y hay una leve respuesta; de Puebla, más o menos igual, pero cuando pregunta quiénes vienen de Toluca, las gradas responden en miles de gargantas orgullosas de su lugar en la ceremonia.
No obstante, saben a qué han venido, y para las 16:30 ensayan porras de recepción con lo que se saben o tienen a su alcance: “Te queremos, Francisco, te queremos”, repetida la expresión varias veces, para luego intentar una ola y finalmente bailar “la pelusa”, que si era ensayo, difícilmente bailará el jesuita Bergoglio, pero quizás no son tantas las opciones de los contingentes.
En cualquier caso deben callar. A las 4:45 de la tarde, el mariachi de la Secretaría de Marina hizo su aparición en el escenario, inundando los altavoces del lugar que dejaron sin aliento a los ensayos porrísticos.
El programa del mariachi es prolijo en la exaltación de mexicanidad que los organizadores han asociado irremisiblemente a la visita del máximo jerarca de la Iglesia católica, como se ha escrito en todo discurso y publicidad oficial, “su santidad”: México Lindo y querido, Soy mexicano, etcétera.
“Un día muy importante para México, pero particularmente para los que estamos aquí”, dirá el maestro de ceremonias arrancando el júbilo de los concurrentes.
El Papa Francisco se pone un sombrero de charro en el AICM. Foto: Eduardo Miranda
El Papa Francisco se pone un sombrero de charro en el AICM. Foto: Eduardo Miranda
La luz de Francisco
Entre bailes del folclor mexicano y la música de mariachis, marimbas y otros géneros vernáculos, la tarde avanzó mezclando las presentaciones artísticas con las indicaciones:
Al recibir a Francisco debían reaccionar con una ovación; los niños le entregarán la caja con tierra y momentos después se anunciará la canción “Luz”. Apenas hecho el anuncio, los asistentes debían encender la luz de sus teléfonos celulares para iniciar la cadena de luz que acompañaría el camino de su santidad, explica el maestro de ceremonias.
Tres horas después de estar bajo el sol, llama a conservar el entusiasmo:
“Entre más se aleja la luz del sol, más se acerca la luz de su santidad el papa Francisco”, dice este hombre, sin reparo de que anuncia un acto de Estado en instalaciones federales.
El mariachi y una producción del ballet folclórico de Amalia Hernández se intercalan entre producciones de video que se reproducen en las pantallas, y alrededor de las 19:00, más que la luz del Papa, lo que hay es un aire helado que soportan a campo abierto 32 niños vestidos de prendas ligeras en blanco.
Pronto, un grupo que se proclama la “juventud del Papa” empieza a corear: “Se ve, se siente, el Papa está presente”.
Son las 19:20, y con el “Cielito lindo” y el recorrido en vivo del avión tras su aterrizaje, transmitido en las pantallas gigantes y juegos de luces que danzan al son de la melodía, la emoción se desborda. Hay jóvenes que gritan como si vieran a un rock star, y el vuelo de Alitalia se coloca en posición.
Media hora después, tras haber conseguido la bendición papal desde lejos, Francisco, el presidente Peña Nieto, Angélica Rivera y el nuncio apostólico Christophe Pierre con el embajador en México, Miguel Malfavón, caminan rumbo al hangar donde se hará la presentación oficial de comitivas.
El festival ha terminado y momentos después el acto protocolario pleno de júbilo, espectáculos y religiosidad.

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Fuente : Proceso.

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