(Imagen: The Economist) |
“Así es como la democracia, se supone, debe funcionar: electores enojados echan a los ineptos (bums)“, señaló en un editorial la publicación.
A continuación, el artículo titulado “The Mexican blues” o “El blues mexicano”, que tiene como sumario:
Intelectuales encuentran fallas fundamentales en la democracia mexicana.
El 5 de junio los electores en 12 estados de México, inesperadamente, dieron al Partido Revolucionario Institucional (PRI) del presidente Enrique Peña Nieto, una buena patada. En las elecciones para gobernador, en resultados preliminares, el PRI perdió siete estados ante el conservador Partido Acción Nacional (PAN). En cuatro de esos estados, el PRI nunca había perdido el poder. “Después de 86 años en los que que gobernaron Veracruz, derrotamos al PRI”, dijo Miguel Ángel Yunes, candidato en dicho estado. Así es como la democracia, se supone, debe funcionar: electores enojados echan a los ineptos (“bums”).
Para México, esto todavía es una novedad. Fue apenas en el año 2000 cuando siete décadas de un solo partido en el poder, el PRI, finalmente terminaron cuando Vicente Fox, del PAN, ganó la Presidencia. Pero las esperanzas de una transformación profunda y duradera que la victoria de Fox trajo, terminaron en desilusión. Al unísono, de manera sorprendente, muchos de los líderes de opinión escribieron el mes pasado sobre el estado lamentable de la democracia mexicana.
“La diosa que iba a curar todos los males, dio a luz a una criatura irreconocible, que hoy causa rechazo y desconfianza entre la mayoría de los mexicanos”, escribió Héctor Aguilar Camín, historiador y novelista, en un ensayo para la revista mensual Nexos. En Letras Libres, Enrique Krauze, otro historiador, escribió en un sentido similar: “Muchos pensamos que la democracia… traería consigo una era de paz, prosperidad y justicia. Fue una ingenuidad”.
Este pesimismo intelectual contiene un reconocimiento de que muchas cosas en México no van tan mal. Aunque no es maravillosa, la economía es sólida. Una docena de los 32 estados mexicanos, mayormente en el norte, están creciendo al ritmo de Asia. El consumo se ha expandido sólidamente, como la propiedad de casas y una economía abierta ha traído a los mexicanos productos más baratos y mejores, como aseguró Luis Rubio, un especialista en política. Estas mejoras fueron impulsadas gracias a las reformas estructurales, de energía, laboral, educación, bancaria y de telecomunicaciones, impulsadas por Peña Nieto.
Pero esos logros se han visto más que cancelados en la mente del público por dos fallas entrelazadas: crimen y corrupción. Al principio Peña Nieto minimizó la guerra contra el crimen organizado, pero el número de asesinatos está creciendo otra vez y la extorsión es un flagelo de todos los días. Según Latinobarómetro, una encuesta regional, en 2015, 50% de los mexicanos que respondieron dijeron que ellos o algún familiar fueron víctimas del criminales en el último año, comparado con el 44% en promedio de toda la región. De manera rutinaria, el crimen no es castigado: Sólo un cuarto de los asesinatos, son resueltos.
La corrupción está presente en todas partes. Cuesta a México hasta el 10% de su PIB, según un estudio de IMCO, un centro de estudios. Del 2000 al 2013, 41 gobernadores estatales fueron implicados en escándalos de corrupción; sólo dos han sido encarcelados. En un terror que todavía consterna a México, el crimen y la corrupción funcionaron juntos en el asesinato, en 2014, de 43 estudiantes normalistas en Guerrero a manos de la policía local, políticos y narcotraficantes.
Se ha convertido en un lugar común decir que la democracia no ayudó a establecer el estado de derecho. ¿Pero por qué no? La respuesta está en un sistema político sin reformar desde hace mucho tiempo. Bajo el mandato de un solo gobierno, fue algo minimizado con base una Presidencia de estilo imperialista. En lugar de un rediseño sistemático, la victoria de Fox brindó fragmentación y decadencia institucional. Desde el 2000 ningún Presidente ha tenido mayoría en el Congreso. Aguilar Camín señala que el poder y mucho dinero federal han sido transferidos a los gobernadores, sin ninguna supervisión. El costo de la política se ha disparado, agrega: el despacho del gobernador es subastado al mejor postor, quien luego recupera el dinero desviando recursos o al recibir sobornos de contratistas, desarrolladores y crimen organizado. Libres de la tutela presidencial, muchos gobiernos locales fracasan en combatir el crimen, escribió Krauze.
Los mexicanos están hartos del crimen y la corrupción; justamente o no, culpan al impopular Sr. Peña. Él reconoció que la sociedad “está de mal humor”. Pero la Constitución mexicana no prevé una segunda vuelta electoral. Los estrategas del PRI han calculado que pueden conservar el poder en 2018 con alrededor de tan sólo el 30% de los votos.
Las elecciones gubernamentales debe haberlos sacado de su autocomplacencia. Algunos mexicanos creen que la alternancia política a nivel estatal es la clave del progreso. Otros argumentan que el país necesita una reforma política más profunda. Cuando menos, esto debe incluir la re-centralización, con una fuerza policial federal más fuerte y más control sobre los fondos públicos; una genuina autonomía y rendición de cuentas de los fiscales y los tribunales; pasos para reducir el costo de la política. Un sistema político fragmentado necesita un mecanismo para generar mayoría, como una segunda vuelta electoral. El problema es que en las democracias es más fácil echar a los ineptos que encontrar maneras de detenerlos antes de que lleguen.
(Traducción: Eduardo Gómez Orozco)
Fuente : Aristeguinoticias.
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