Cuauhtémoc Gutiérrez. Foto: Tomada de Facebook. |
Esos datos fueron recolectados antes de la llegada de Peña Nieto al poder. Después del año de contrarreformas, la situación será en realidad mucho peor.
Como consecuencia de la reforma energética, un gran porcentaje de las ocupaciones más calificadas caerán en manos de los extranjeros contratados por las empresas transnacionales que vendrán a saquear el país. Como resultado de la reforma laboral, las condiciones de trabajo para los jóvenes cada día se degradarán más, ya que tendrán que recurrir a subcontratistas para conseguir empleo y podrán ser despedidos sumariamente a la menor provocación. Debido a la fiscal, estos mismos jóvenes se verán obligados a pagar un mayor porcentaje de sus raquíticos salarios al fisco. Y debido a la reforma financiera, nuestros estudiantes más preparados podrán terminar en la calle, o incluso en la cárcel, si no puedan pagar sus deudas.
La buena noticia es que la gran mayoría de los universitarios saben perfectamente bien que estas contrarreformas constituyen una traición a la juventud. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en particular, constituye un bastión de pensamiento crítico e independiente. Por ejemplo, en el simulacro electoral realizado ahí el 17 de mayo de 2012 con motivo de la elección presidencial, Enrique Peña Nieto recibió únicamente 5.19% de los sufragios, y Josefina Vázquez Mota apenas 4.33%. El candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, fue favorecido por 85.61% de los sufragios. Si bien #YoSoy132 inició en la Universidad Iberoamericana, fueron los dignos estudiantes de la UNAM, la UAM, el IPN y las universidades públicas en todo el país quienes, al engrosar las filas del movimiento, permitieron que el esfuerzo pasara de ser una manifestación aislada a un verdadero movimiento social.
En este contexto, el poder autoritario busca cualquier pretexto para intimidar y desarticular a los universitarios. Por ejemplo, Miguel Ángel Mancera mantiene presos a una docena de jóvenes detenidos arbitrariamente durante manifestaciones públicas. Y el 26 de marzo los granaderos del Distrito Federal entraron a Ciudad Universitaria en respuesta a una sospechosa provocación de los ocupantes del auditorio “Che Guevara”.
La entrada de policías antimotines en la UNAM constituye una abierta violación a la autonomía universitaria. La función del Agrupamiento Granaderos no es más que disuadir, reprimir y disolver las manifestaciones sociales. Su forma de resolver conflictos no tiene cabida dentro de un contexto universitario que debe ser caracterizado por el diálogo, la pluralidad y el trabajo en conjunto.
En efecto, el nombre de “granaderos” proviene de una tropa de élite que se formó dentro del ejército francés durante el siglo XVII. Fueron llamados de esa manera por su destreza en el manejo de “granadas” para desalojar el camino con el fin de permitir el avance de las tropas regulares. Hoy Mancera utiliza su propio agrupamiento con el mismo propósito, para ablandar y amancillar a los jóvenes conscientes y así despejar el camino hacia la aplicación de las contrarreformas del Pacto por México.
Es cierto que la autonomía universitaria no es equivalente a la extraterritorial, pero las acciones de Mancera tampoco son neutrales o inocentes. La UNAM cuenta con su propio cuerpo de seguridad y con plena autonomía de gestión. No debemos permitir que actores políticos externos interfieran en la vida interna de la universidad. Este principio también aplica, desde luego, a los ocupantes del auditorio “Che Guevara”, quienes deberían entregar las instalaciones inmediatamente a la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras para establecer un verdadero espacio de autogestión estudiantil.
Los traidores no se contentarán con la privatización del petróleo y la prostitución de la juventud. No conocen límites y saben perfectamente bien que para consolidar su predominio tendrán que desarticular y callar la cada vez más sofisticada y crítica conciencia juvenil. Hay que defender con toda nuestra fuerza a la UNAM y a las demás universidades públicas del país. Simultáneamente habría que impulsar una profunda democratización universitaria para tomar en cuenta y empoderar más a los estudiantes, a los académicos y a los trabajadores administrativos, tanto en la toma de decisiones como en el nombramiento de las autoridades.
Fuente : Proceso.
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Twitter: @JohnMAckerman
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