Madero, Peña y Zambrano. El Pacto por México. Foto: Germán Canseco |
La restauración del presidencialismo ya no sólo subordina la vida política del PRI a los dictados del Ejecutivo Federal. La simbiosis gobierno-partido se convierte en simbiosis gobierno-partidos.
Peña controla, de facto, a sus dos principales opositores (PAN y PRD), más dos “partidos-bisagra” (Panal y Partido Verde) y realiza una operación muy insistente para fracturar al PT, al MC y fragmentar el electorado de Morena, quizá el único polo opositor real, pero que juega en la cancha dominada por el gobierno.
Los nuevos partidos del presidente se caracterizan por cinco elementos:
1.-Triunfan los aparatos burocráticos, no los militantes. En el PRD, el índice de abstencionismo fue de casi 60%. En algunas entidades y secciones llegó a 70%. De esta manera, el incentivo es tener el voto controlado, vía la compra de credenciales de elector o las despensas y los mecanismos tipo Monex o Soriana.
Nueva Izquierda, en el PRD, y el maderismo, en el PAN, no se confrontaron a una contienda en igualdad de condiciones sino a un despliegue de recursos para garantizarle al gobierno federal el maquillaje de un consenso partidista a sus reformas.
2.-Los gobernadores se comportan como “presidentes a escala”. La operación para beneficiar a los aparatos dirigentes se realiza con el apoyo explícito de los gobernadores. El caso de Puebla es ejemplar. Rafael Moreno Valle, el más priista y peñista de los gobernadores actuales por sus métodos de control y cooptación, se convirtió en el árbitro tanto en la contienda del PAN como en la del PRD.
Moreno Valle –quien llegó como resultado de una coalición opositora- terminó apoyando a Madero y también hizo su apuesta por Ernesto Cordero, en el PAN. Su compulsión plural lo llevó también a apoyar a Nueva Izquierda a través de su secretario de Gobierno, Luis Maldonado, pero también a la nueva corriente que encabeza el actual presidente del Senado, Miguel Barbosa, un exchucho que siempre ha tenido una lealtad clara con el mandatario poblano.
En el DF ocurrió algo similar: Miguel Ángel Mancera y su secretario de Gobierno, Héctor Serrano, operaron a favor de Nueva Izquierda, pero en los territorios donde la corriente IDN de René Bejarano es hegemónica difícilmente pudo arrebatarle votos.
3.-El INE legitimador. La elección del PRD tuvo un ingrediente adicional. A petición del partido, la nueva autoridad electoral –el Instituto Nacional Electoral- se convirtió en un aval para legitimar la contienda, aunque la calidad de la participación y de la organización dejara mucho que desear. No importó la baja calidad de la participación y el manual de trampas difíciles de documentar porque se trataba de garantizar un arbitraje cómodo. Los propios consejeros del INE tienen compromisos con la corriente dominante en el PRD.
De esta manera, el INE se convierte en el legitimador de una nueva fórmula de simulación democrática al interior de los partidos.
4.-Gana el dinero. Si algo ha caracterizado al estilo peñista de hacer política es su compulsión por el dinero y su inversión millonaria en medios de comunicación, agencias de publicidad y “operadores” electorales que maquillan el consenso.
Se trata de transformar al PAN y al PRD en partidos escenográficos: Acompañantes cómodos en la aventura peñista de convertir a la función pública en un reparto de negocios.
Resalta que en los mismos medios electrónicos donde un día sí y el otro también se lanzan loas interminables al gobierno federal ahora se respalda a Madero y a Los Chuchos. Los perdedores o los críticos son invisibilizados, silenciados, expulsados de facto con una ley mordaza o mencionados sólo para garantizar que “son minoría”.
5.-El Método Atlacomulco. En esencia, se está reproduciendo un estilo que los gobernadores del Estado de México han aplicado desde hace años para mantener el control y los negocios de la dinastía Atlacomulco: maicear a la oposición, dividirla y entablar negociaciones con los más débiles.
Los partidos de oposición se convierten en comparsas y no en contrapesos. Los partidos se subordinan a las órdenes del señor presidente. Y se les permite criticar, cuestionar y ventilar sus diferencias, siempre y cuando no cuestionen el eje dominante: La corrupción que corroe los cimientos de los partidos.
Fuente : Proceso.
Autor : @JenaroVillamil
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