Trump durante un mitin en Ohio. Foto: AP / Gene J. Puskar |
A Trump no le preocupa que lo comparen con Hitler porque éste es el tirano más odiado y mediático del siglo veinte. A Trump no le molesta que Anonymous lo amenace porque está listo para entrar a los trompicones en las redes digitales.
Lo peor que le puede suceder a Trump es que lo ignoren, que a sus insultos se les devuelva con humor ácido (él nunca se burla de sí mismo) o que lo comparen con el idiota Zellig, aquel personaje extraordinario de Woody Allen que se mimetizaba para llamar la atención, o que apaguen el televisor y las redes cuando se dedica a denostar a todos.
Los casi 2 mil millones de dólares de cobertura mediática sobre Trump rebasan al monto de toda la cobertura de los 13 rivales republicanos (juntos sumaron mil 159 millones de dólares) y es seis veces superior a la de su más cercano competidor, Ted Cruz.
En contraste, el exaspirante republicano Jeb Bush hizo una pésima inversión. Gastó 82 millones de dólares en promocionarse (ocho veces más que Trump), pero recibió una cobertura equivalente a los 224 millones de dólares (30%), según el mismo estudio. Bush era el preferido de la élite republicana. Soñaban con una disputa entre las dinastías Bush y Clinton, y no en la pesadilla de una contienda con una matrix de la violencia verbal.
Del lado demócrata, la ecuación es un poco más equitativa, pero muy lejos de la atención generada por Trump. Ambos aspirantes, Hillary Clinton y Bernie Sanders, han invertido 28 millones de dólares, y la cobertura que han tenido equivale a 746 millones y 321 millones de dólares, respectivamente.
Ahora que Trump ha señalado a Bernie Sanders como su némesis, su principal antagonista y el presunto responsable de la “violencia” que se desató en Chicago y en Carolina del Sur entre adversarios y simpatizantes del magnate, es muy probable que Sanders eleve su cobertura mediática. El “beso de la infamia” que Trump le aplica a Sanders forma parte también de su estrategia de reality show: quiere debilitar así a Clinton y quizá confrontarse con el aspirante demócrata que más ha convencido a los jóvenes politizados.
En cualquier circunstancia, Trump está demostrando que la verdadera crisis de Estados Unidos no ocurrió en Wall Street en 2008, sino en el seno de un sistema político que privilegia la espectacularidad por encima de la sustancia, la estridencia más allá de la coherencia y la descalificación a priori del otro para explotar las frustraciones sociales más profundas.
Trump eligió como punto de ataque a los migrantes mexicanos y se ha convertido en el adalid de una propuesta medieval para construir un muro en la frontera entre ambos países que, además, sería levantado con recursos mexicanos.
Si sólo fuera una broma o un exabrupto, todo quedaría en eso. Trump ha colocado este sentimiento antimexicano en la agenda de todos los precandidatos republicanos que compiten con él por demostrar quién es más xenófobo, ignorante y fundamentalista en sus planteamientos.
Lo peor es que los medios estadunidenses le han dado cobertura a estos mensajes, más allá de su interés periodístico. De alguna manera ellos también son corresponsables de este desastre por venir en el bipartidismo de Estados Unidos.
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Fuente : Proceso.
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