El cuerpo de un hombre asesinado el 11 de enero en Acapulco. Foto: Bernandino Hernández |
El testigo protegido con nombre clave Zajed –quien dijo que fue operador financiero de la extinta estructura de los hermanos Beltrán Leyva en Quintana Roo y Guerrero de 2008 a julio de 2009–, aseguró que durante un fin de semana en el puerto se llegaban a recaudar hasta cuatro millones de pesos “sólo por la venta de droga”.
También afirmó que la policía porteña recibía 500 mil pesos semanales a cambio de impunidad y que el encargado de recibir el dinero era un comandante de apellido Frías. Agregó que en la nómina de esa estructura criminal también había “políticos locales y oficiales del Ejército” que forman parte de una amplia red de protección para las operaciones de lavado de dinero, trasiego y venta de droga en la zona.
Las declaraciones ministeriales forman parte del expediente PGR/SIEDO/UEIDCS/218/2011, al cual tuvo acceso Apro. El documento fue integrado por la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) contra operadores del grupo denominado Cártel Independiente de Acapulco (CIDA) detenidos durante diversas operaciones.
El 22 de agosto de 2011, Apro publicó la nota titulada “Los Beltrán compraron todo Acapulco, revelan expedientes de la SIEDO” (ahora SEIDO), en la que se advirtió el grado de infiltración de políticos, autoridades civiles y castrenses coludidos con el narco en el principal destino turístico y hoy el más violento del país.
Un lustro bastó para la pudrición de Acapulco, donde los hechos han exhibido el fracaso de la estrategia policiaco-militar que dirige el Ejército, que mantiene colapsada la actividad económica y a una sociedad en crisis ante los niveles de impunidad y violencia.
La pandilla del CIDA
Un mapeo criminal realizado en octubre pasado por la Fiscalía General del Estado (FGE) refirió que, actualmente, la estructura de la pandilla del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA) abarca cinco sectores del puerto de Acapulco y mantiene una confrontación con remanentes de los Beltrán Leyva por el control de las calles porteñas.
A pesar de que las autoridades tienen bien identificados a los líderes de cada sector al servicio de ese cártel y su modus operandi, no han logrado revertir los efectos de la narcoviolencia.
La violencia en Acapulco se recrudeció a partir de que los remanentes del cártel de los Beltrán Leyva emprendieron una confrontación contra el CIDA para recuperar lo que fue su bastión durante la administración del exgobernador y actual senador priista René Juárez Cisneros, uno de los principales beneficiados con posiciones clave en la administración del actual mandatario Héctor Astudillo Flores.
El otro acaparador de cargos en la administración estatal es el exalcalde de Acapulco Manuel Añorve Baños, señalado por sus presuntos nexos con La Barbie.
Para entender el nivel de contubernio entre autoridades y el narco en Acapulco es necesario revisar la historia del origen del CIDA, narrada por personajes que formaron parte del extinto cártel de los Beltrán Leyva.
El 22 de agosto de 2011, la agencia Apro informó que el testigo Némesis –sobrenombre que le dio la PGR a El JJ–, afirmó que después de la detención del capo Édgar Valdez Villarreal La Barbie, en ese mismo mes, la estructura que dejó en manos de su suegro Carlos Montemayor El Charro se fracturó, debido a que los operadores de Acapulco decidieron no asumir el mando y conformaron el CIDA.
El CIDA, agregó el testigo, asumió el control “de toda la delincuencia” en Acapulco y los principales operadores eran Benjamín Flores Reyes El Padrino y Moisés Montero Álvarez El Koreano, ambos detenidos por la Policía Federal, el 1 de marzo y 1 de agosto del 2011, respectivamente.
También operaba Víctor Aguirre Garzón, señalado como sobrino del exgobernador Ángel Aguirre y detenido en marzo de 2015, así como Carlos Antonio Barragán Hernández El Melón. Este último es el único de los fundadores del CIDA que sigue libre y opera en este destino de playa.
Los cuatro líderes del CIDA fueron definidos por el testigo Némesis como “delincuentes sin cabeza” que se dedicaron a robar, extorsionar y secuestrar porque “no tienen los mismos contactos” de La Barbie para el tráfico de drogas. De hecho, dijo que durante la época de esplendor del cártel de los Beltrán Leyva, ellos “simplemente eran sicarios”.
Posteriormente, el CIDA sufrió una escisión de la que surgió el grupo denominado La Barredora, que dirige Cristian Hernández Tarín, el hijo de El Chaky, y Heber Jair Sosa El Cremas. El primero fue detenido en octubre de 2011 y el segundo lidera la pandilla denominada ahora La Mochomera, que mantiene confrontación con las células del CIDA.
El operador financiero de los Beltrán Leyva
Con estudios de ingeniería con especialidad en redes bancarias y “experiencia laboral” en instituciones bancarias, el testigo Zajed declaró ante un Ministerio Público federal el pasado 1 de junio de 2011 en la Ciudad de México. Ahí aseguró que durante el año que se desempeñó como operador financiero del cártel de los Beltrán Leyva manejaba los fondos de la organización criminal que generaban los secuestros, extorsiones, narcomenudeo y tráfico de cocaína a escala.
“Mi función principal era el pago de la nómina a funcionarios del ámbito municipal, estatal y federal que fueron cooptados por la organización para dar protección y dar las facilidades a las operaciones del cártel en los estados de Guerrero, Nuevo león y Quintana Roo”, dijo Zajed en su declaración ministerial.
Semanalmente, refirió el testigo, asistía a reuniones denominadas “Juntas de Jefes de Plaza”, que se realizaban en propiedades del capo Arturo Beltrán en Acapulco: una residencia ubicada “en el fraccionamiento Las Brisas y un rancho que se ubica por Puerto Marqués”.
Zajed señaló que a estas reuniones que presidía El Barbas asistían los servidores públicos, policías y militares que estaban al servicio de la organización. Ahí se discutían “su participación y responsabilidad” en operativos federales o locales con el objetivo de no afectar las actividades del grupo criminal y mantener la plaza tranquila, según el expediente consultado por Apro.
El exoperador financiero de los Beltrán señaló que la zona conurbada de Acapulco, específicamente la colonia Ciudad Renacimiento, es uno de los principales centros de distribución de droga al menudeo, ya que fue convertido por autoridades locales en la “zona de tolerancia” del puerto, así como “la aduana o filtro” de acceso al balneario, donde sicarios permanecen para vigilar la zona.
A El Melón, el testigo Zajed lo ubica como uno de los sicarios que estaba bajo las órdenes directas del capo Arturo Beltrán. De Moisés Montero Álvarez El Koreano, dijo que era uno de los consentidos de El Barbas y de La Barbie porque su función era distribuir todo tipo de armas para abastecer a la estructura criminal que operaba en Guerrero, Morelos y el Estado de México.
Zajed manifestó que el arsenal era conseguido en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, y El Koreano se encargaba de llevar las armas a Acapulco, Cuernavaca y a territorio mexiquense.
Todas estas operaciones eran coordinadas por Miguel Ángel Moreno Araujo El Buche, considerado como “el hijo adoptivo” de Arturo Beltrán y el más violento de los pistoleros de la organización criminal. Sin embargo, fue abatido junto a El Barbas en diciembre de 2009 en Cuernavaca, según Zajed.
‘El JJ’, testigo protegido
El testigo protegido Némesis rindió su declaración ministerial el 7 de marzo de 2011 en el municipio de Almoloya de Juárez, Estado de México, con el propósito de aportar información relacionada con actividades del narcotráfico realizados en los puertos de Acapulco y Zihuatanejo. El detenido dijo que perteneció al cártel de los Beltrán Leyva, según el expediente oficial.
El testimonio se enfocó en detalles sobre los hechos ocurridos después de la captura de La Barbie el 30 de agosto de 2010 y la confrontación entre su suegro Carlos Montemayor El Charro, detenido en noviembre pasado y los operadores de Acapulco que decidieron conformar el CIDA.
Al respecto, Némesis refirió que tras la detención de La Barbie, su suegro se comunicó con El Padrino y El Koreano para decirles que él se iba a hacer cargo de la organización, de los sueldos y el pago de las autoridades locales para que todo siguiera igual “con cero mamadas”.
Pero los operadores de La Barbie no le hicieron caso y decidieron actuar por su cuenta. Junto al operador de La Barbie en el Estado de México, identificado como El Compayito o La mano con ojos –recientemente detenido– pretendieron formar un cártel regional, dijo.
Sin embargo, el caso de los 20 michoacanos que fueron levantados en Acapulco durante septiembre de 2011 y el posterior hallazgo de 18 de ellos en una narcofosa en la zona rural de este destino de playa, prácticamente marcó la debacle del grupo de La Barbie.
Al respecto, Némesis contó que tuvo una plática con El Charro, quien le dijo que el grupo de El Melón, El Padrino y El Koreano levantaron a unos michoacanos porque aseguraban que formaban parte del cártel de La Familia Michoacana: “Ya les dije que no se pasen de madre y que los suelten, pero los culeros no me quieren hacer caso”, expresó el suegro de La Barbie.
El testigo relató otra conversación con El Charro, en la que éste le informó que los líderes del CIDA ya habían matado a los michoacanos y que lo responsabilizaron de esta masacre, a través de mantas que fueron colocadas en sitios públicos de Acapulco, donde anunciaban la separación de la estructura de La Barbie.
Enseguida, El Charro le pidió a Némesis que le prestara “gente” para “ponerles en la madre” a los líderes del CIDA. En respuesta, Némesis soltó: “pero le dije que iba a platicar con la raza para ver quién se quería ir con él, es decir, le di la vuelta porque yo tenía mis propios problemas, porque muy seguido salía mi nombre en la televisión relacionándome con el atentado de Salvador Cabañas”.
A principios de enero de ese año, José Jorge Balderas Garza, El JJ –señalado como el responsable del atentado contra el futbolista paraguayo Salvador Cabañas–, fue detenido por la Policía Federal en una zona residencial de la Ciudad de México y posteriormente traslado al penal de máxima seguridad del Altiplano, en el Estado de México.
Las autoridades federales vincularon a El JJ con el cártel de los Beltrán Leyva y posteriormente con la estructura de La Barbie, situación por la que el testimonio Némesis se convirtió en una prueba de que Balderas Garza se apegó al polémico programa de la PGR y fue utilizado por la SEIDO contra uno de los grupos que mantienen una cruenta guerra en Acapulco por el control de esta plaza donde las autoridades han sido cómplices de este baño de sangre.
Fuente : Proceso.
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