(Notimex)
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En un editorial la revista británica The Economist, expone “Lo innombrable y lo inexplicable” de la visita del candidato Donald Trump a México, ocurrida el miércoles de la semana pasada.
El medio pondera los motivos que llevaron al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a extender la invitación a Trump, y sobre sus posibles implicaciones y consecuencias.
El texto abre con la pregunta: “¿Por qué Enrique Peña Nieto invitó a Donald Trump a visitar México?“.
Ante ello, responde que “parece más un intento por parte del señor Peña de distraer la atención nacional de los innumerables problemas internos a los que se enfrenta. La economía sigue decepcionando. El gobierno está visiblemente dividido en cuanto a cómo manejar una rebelión de maestros extremistas contra su reforma de educación. El crimen violento está aumentando de nuevo. Una nueva acusación de conflicto de intereses ha surgido en relación con la primera dama, el cual involucra un departamento en Miami (que ella niega poseer). Y el señor Peña ha sido acusado de plagio de parte de su tesis de licenciatura en derecho (una afirmación que la Universidad ha confirmado). Incluso antes de los últimos dos escándalos, su índice de aprobación había caído a 23%, el más bajo registrado para un presidente mexicano este siglo. Esa es la cosecha de su peculiar y provincial forma de gobernar”.
La nota reprueba la actuación de Peña Nieto -a quien antes elogiaba- y pronostica posibles repercusiones negativas de la visita de Trump a México tanto para este país como para el mundo, afirmando que “al permitirle a su visitante un aspecto presidencial, (EPN) ha ayudado al señor Trump a realizar algunas retracciones retóricas que eran electoralmente inevitables. Incluso si Clinton gana, ella no le va a agradecer eso al señor Peña. Si resulta que ha ayudado al señor Trump a ser elegido, muchos mexicanos no lo perdonarán ni a él ni a su partido, y tampoco lo hará la mayor parte del resto del mundo”.
A continuación la traducción del texto completo:
Lo innombrable y lo inexplicable
¿Por qué Enrique Peña Nieto invitó a Donald Trump a visitar México?
A algunos líderes les gusta que sus gobiernos estén constituidos por equipos de rivales, grandes asociaciones o semilleros de brillantes especialistas. Estas no son las preferencias de Enrique Peña Nieto, presidente de México desde el 2012. Él gobierna a través de un círculo estrecho de ayudantes fieles, muchos de los cuales trabajaron con él en su cargo anterior como gobernador del Estado de México (que rodea la Ciudad de México). Cualesquiera que sean sus otras cualidades, a menudo ha parecido inmune tanto a los imperativos de la política democrática como a los caminos del mundo más amplio.
Debe haberle parecido una idea brillante a alguien del círculo íntimo del señor Peña el invitar a los candidatos de la elección presidencial estadounidense a venir a México. Dicho acto pondría al señor Peña en las primeras planas de todo el mundo como un hombre de Estado capaz de hacer negocios hasta con Donald Trump, el candidato republicano, que ha hecho de golpear a México el hilo conductor de su campaña.
Casi cualquier experto en política exterior lo habría desengañado de la idea. “Es una iniciativa muy equivocada y muy arriesgada”, dice uno, Andrés Rozental, ex vicecanciller. Los mexicanos están acostumbrados a los temas de drogas, migración y políticas de proteccionismo comercial durante las campañas electorales estadounidenses. Pero ningún candidato moderno ha sido tan ofensivo y agresivo como el señor Trump. Y es raro que un presidente de México actúe como anfitrión de un candidato en esta etapa de una campaña estadounidense. De hecho, funcionarios mexicanos han insistido durante mucho tiempo que el gobierno no podía refutar las falsedades del señor Trump sobre México porque eso sería intervenir en los asuntos internos de su vecino.
De bajada en las encuestas y ante la necesidad de convencer a los votantes de sus capacidades como hombre de Estado, el señor Trump aprovechó la invitación (Hillary Clinton, la candidata demócrata, sin duda tenía mejores cosas que hacer). Su reunión de una hora el 31 de agosto en Los Pinos, el palacio presidencial, efectivamente puso al señor Peña en los titulares. Para muchos mexicanos, la noticia fue que su presidente no logró obtener una disculpa pública del señor Trump por su denigración de los migrantes del país como “violadores” y “criminales”.
En una declaración preparada, el señor Peña hizo un relato de largo aliento sobre la forma en la que la migración mexicana ha caído en picada, de que 6 millones de empleos en los Estados Unidos dependen de su país, y de cómo la frontera debe ser vista como una “oportunidad compartida”. “Trump”, declaró, “los mexicanos merecen el respeto de todos.”
El señor Trump, menos vivaz de lo habitual, respondió que los mexicanos son “gente increíble”. El señor Peña puede reclamar cierto mérito del hecho de que su visitante se distanciara de su amenaza previa de disuadir a las empresas estadounidenses de construir plantas en México. Se convirtió en una promesa de “mantener la industria en nuestro hemisferio”, lo que representa una concesión significativa. Sin embargo, otro de los “compromisos compartidos” leyó Trump, sin ser refutado, es “el derecho” a un muro en la frontera para impedir la entrada de migrantes. Por lo menos en esta ocasión, tuvo el tacto de no pedirle a su anfitrión que lo pagara, a pesar de que sigue siendo la idea.
Cualquier presidente mexicano podría tener dificultades para reaccionar ante el señor Trump. El señor Peña ha dado bandazos. Comenzó por ignorarlo, sobre la base de la no intervención. Frente a críticas internas, después dio una entrevista en la que comparó la “estridente retórica” del hombre de negocios americano a la que llevó a Mussolini y Hitler al poder.
La invitación hecha al señor Trump, por lo tanto, parece más un intento por parte del señor Peña de distraer la atención nacional de los innumerables problemas internos a los que se enfrenta. La economía sigue decepcionando. El gobierno está visiblemente dividido en cuanto a cómo manejar una rebelión de maestros extremistas contra su reforma de educación. El crimen violento está aumentando de nuevo. Una nueva acusación de conflicto de intereses ha surgido en relación con la primera dama, el cual involucra un departamento en Miami (que ella niega poseer). Y el señor Peña ha sido acusado de plagio de parte de su tesis de licenciatura en derecho (una afirmación que la Universidad ha confirmado). Incluso antes de los últimas dos escándalos, su índice de aprobación había caído a 23%, la más baja registrada para un presidente mexicano este siglo. Esa es la cosecha de su peculiar y provincial forma de gobernar.
El señor Peña podrá creer que tomó una audaz iniciativa al abrir el diálogo con el señor Trump. Su exigencia de respeto es legítimo. Pero esta exigencia debería de ser entregada a la diplomacia ciudadana dentro de los Estados Unidos, y expresada después de la elección por el ganador. Al permitirle a su visitante un aspecto presidencial, ha ayudado al señor Trump a realizar algunas retracciones retóricas que eran electoralmente inevitables. Incluso si Clinton gana, ella no le va a agradecer eso al señor Peña. Si resulta que ha ayudado al señor Trump a ser elegido, muchos mexicanos no lo perdonarán ni a él ni a su partido, y tampoco lo hará la mayor parte del resto del mundo.
Fuente : Aristeguinoticias.
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