Los pobres me aburren porque nada más se preocupan por el dinero. Por eso no me resultó ameno que a las 13:00 horas del pasado domingo su publicación, en su sitio de internet, me relacionara con la evasión de impuestos.
Las oficinas de Mossack Fonseca en Panamá. Foto: AP / Arnulfo Franco |
nuestras aportaciones financieras? ¿Qué le dirá, tras el escándalo por ustedes creado, a la pobre secretaria del banco que recibía nuestros depósitos? ¿Y al genio financiero que se rompe la cabeza todos los días diseñando las más estrambóticas rutas para hacer circular libremente nuestras ganancias por el mundo? ¿Que no pagamos impuestos? Mire, señor, mío: creamos empleos y todavía nos quieren quitar el fruto de nuestro esfuerzo. ¿Para qué? ¡Para financiar a los sindicatos y legisladores corruptos, los aviones del Presidente y los gobernadores, los caminos rurales que llevan a donde ya todos los mexicanos migraron! No, la realidad no es sólo amarilla, como ustedes. Es también fiusha, bermellón y lapislázuli. Y con estos colores paso a pintar la historia detrás de esta supuesta denuncia malintencionada. No, no tengo ninguna obligación de explicarla pero lo hago porque mi nombre ha sido mancillado.
El principio
Fue mi primo Alejo el que me rogó por ahí de 2011 que lo ayudara a darle seguridad al futuro de nuestros hijos.
–Con eso no se juega, Romano –me dijo–. El dinero de tus hijos no paga Impuesto Sobre la Renta. Y le doy la razón a mi primo Alejo. Así que me siguió diciendo:
–Hay unos virtuosos en Panamá que hacen que una compañía no pague más impuestos. Son muy afables y conocidos entre los que pertenecemos al yate set. Uno de ellos –agregó– le llevaba el portafolio al general Noriega y ahora es compadre de Daniel Ortega.
La firma se llama Mossack Fonseca y nos pusieron en contacto con una empresa holandesa, de nombre Focktax, a través de los auspicios del licenciado Daniel León que –me informó mi primo Alejo– es “amigo íntimo del presidente”. No la pasamos bien en Panamá porque parece Miami –no en El Chorrillo, donde te asaltan– y hasta vimos desde el restorán cómo se llenan las esclusas para que pasen los barcos del Pacífico al Atlántico, y creo que viceversa. Panamá es una locura, señor director. Todos los edificios tienen el aire acondicionado tan fuerte que los propios panameños dicen que, más bien, tienen calefacción en el resto del país. Total, que nos tuvimos que comprar abrigos. Un día nos dicen que ya tienen listos nuestros fideicomisos y que sólo les faltan los nombres. Les pusimos “Pituka” y “Petaka”. Se los tuvimos que deletrear. De risa. De ahí, los de intendencia de Mossack Fonseca firmaron como dueños de dos compañías con sede en Italia a las que les pusimos “Tequilín y Chelinsky, Ltd.”. Sólo los mexicanos entendimos el chiste. Y ya. “Tequilín y Chelinsky” serían alimentadas por “Pituka” y “Petaka” ahora dueñas de una compañía con base en Noruega pero con domicilio en Islas Vírgenes a la que llamamos “Oslaprolongas”. Nos carcajeábamos cuando firmamos. No sabe, señor director, hasta nos dolía la panza. Ya sabe: lagrimitas. “Oslaprolongas” pasó entonces a transferir sus depósitos a Nueva Zelanda en dos fideicomisos, “Huevington” y “Graciela Maorí”. ¿Y sabe quiénes eran los beneficiarios? Pues aquí su charro negro y mi primo Alejo.
Las operaciones
Hasta la fecha no tenemos por qué explicarle a nadie qué hacen las empresas y los fideicomisos a los que los panameños les ordeñan 4.7% de comisión. Ordeñan a “Pituka” y “Petaka”. Imagínese qué risa. Como dicen sus reporteros, en efecto hicimos un viaje de negocios tanto a Islas Vírgenes como a Nueva Zelanda, pero no fue para ver nuestras compañías. No podríamos haber hecho eso que dicen ustedes porque nuestras empresas no tienen oficinas. No existen más que en papeles. Eso es algo que ustedes nunca entenderán. Creen que los “Panamá Papers” son los correos filtrados. Son las empresas. En cualquier caso, le aclaro que esos viajes a los que se refieren sus reporteros fueron para ver el Lake Wanaka y el Tongariro Park. En Islas Vírgenes fuimos a visitar la tumba de Francis Drake y hasta nos compramos unas piernas de palo. Hasta ahí. Lo demás es el amarillismo con el que se manejan ustedes, siempre destacando la sospecha en vez de la serenidad.
Una justa petición
Como se habrá dado cuenta, nada de lo que hacemos con nuestro dinero es ilegal. Si acaso nos pueden acusar de algo es de compartirlo con el mundo, de estar a la moda, de ser verdaderamente globales, digitales y turísticos. También del ingenio del mexicano para poner sobrenombres. Si en lo sucesivo usted o su publicación tienen un interés en conocer nuestro lado de la historia, no nos busquen. No tenemos oficinas ni domicilios y nuestros correos ya han sido blindados. Para ustedes, los pobres, sólo somos fantasmas. Y, ah, una última confesión. En lo personal no soy racista ni clasista; prefiero a los ricos sobre los pobres sólo por razones fiscales.
Fuente : Proceso.
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