Tras una gestación de tres años, hace unos días nació el Banco del Sur.
Conformado inicialmente por Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador,
Paraguay, Uruguay y Venezuela, con un capital de 7 mil millones de
dólares, aparece como una opción frente al Fondo Monetario Internacional
y al Banco Mundial. Actuará como un banco de desarrollo que financie
obras de infraestructura y apoye a las empresas públicas y privadas de
los países firmantes. Arropado por gobiernos que han liquidado sus
pasivos con el FMI, el nuevo banco se propone ser la primera piedra en
la construcción de una nueva arquitectura financiera que, en principio,
tiene relevancia regional, pero que pudiera ser imitado por otras
regiones del mundo en desarrollo.
Este proyecto financiero forma parte de una propuesta en desarrollo
para impulsar medidas de integración económica que fortalezcan la Unión
de Naciones Sudamericanas. Se trata, además, de un planteo surgido y
discutido dentro del grupo de países sudamericanos gobernados por las
izquierdas. Chile, que participó en todo el proceso de definición del
banco, no firmó el acta constitutiva, pero Paraguay lo hizo, ya que
comparte la visión estratégica de que “éste es un paso clave para actuar
con independencia y escapar a las tiranías de organismos y de
interesados en que América Latina no pueda emerger hacia el futuro, a
pesar de
sus riquezas”.
La propuesta originalmente fue planteada
por Chávez, pero quien finalmente le dio sentido e hizo la tarea
diplomática fue Lula Da Silva, quien destacó el papel de este nuevo
organismo en la lucha contra la pobreza. Naturalmente surge en una
coyuntura favorable para América Latina, en la que ha habido importantes
mejoras en los términos de intercambio, lo que junto con el incremento
en los volúmenes exportados ha generado recursos útiles para el
crecimiento económico. Las condiciones favorables pudieran terminar,
pero si se logra reducir la vulnerabilidad externa, frenando las salidas
de divisas a través de la reducción de la deuda externa, principalmente
la pública, es posible que la dinámica expansiva pudiera mantenerse.
Un
elemento que distinguirá a este banco multilateral será que,
independientemente del monto de recursos aportados para el capital
inicial, cada país miembro tendrá un voto. En el caso del FMI, los votos
están asociados con el monto aportado, lo que permite a Estados Unidos y
a las naciones grandes de la Unión Europea determinar los lineamientos
de operación y nombrar a los altos funcionarios. Lo de mayor relevancia,
sin embargo, es el propósito explícito de que los países mayores del
cono sur se ocupen de que los chicos cuenten con recursos baratos para
financiar proyectos estratégicos que les permitan generar empleos
decentes que retengan a quienes se veían obligados a emigrar para poder
mantener a su familia.
Los recursos con los que abre la
institución financiera son limitados, pero pudieran incrementarse
rápidamente en la medida en que los fondos de esos gobiernos depositados
en el exterior se traspasaran al Banco del Sur. Ello aumentaría las
posibilidades de financiamiento y, en consecuencia, podría desplazar al
Banco Interamericano de Desarrollo, que ha jugado del lado de la
ortodoxia dominante. Así las cosas, en el curso de un proceso expansivo y
de importantes transformaciones políticas, los países de América del
Sur disponen ya de fondos para financiar proyectos asociados a una
gestión gubernamental que tiene como objetivo central mejorar las
condiciones de vida de los más necesitados.
De esta manera, la
nueva institución financiera podría jugar un papel importante en la
consolidación de un proceso unitario que, con las enormes dificultades
derivadas de la existencia de características estructurales similares en
los países miembros, vaya generando políticas públicas comunes,
definiciones tributarias frente a las empresas trasnacionales que
permitan retener parte del excedente generado nacionalmente y que
exploren proyectos multilaterales de gran alcance.
No puede
soslayarse que en este eventual proceso de integración, Brasil jugará un
papel destacado. No sólo es la economía mayor y más diversificada, sino
que cuenta con un gobierno prestigiado y capacidad política para
conducir un proceso que debe ser desigual, pero a favor de los países
pequeños. De eso se trata en esta ocasión: no de fortalecer al mayor,
sino de que el mayor se ocupe de fortalecer a los otros. Si funciona se
estará construyendo un futuro verdaderamente para todos.
Fuente : Lajornada
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