Un anaquel con refrescos en un supermercado. Foto: Alejandro Saldívar |
Durante su participación en el foro Sistemas alimentarios sostenibles: una política integral de seguridad alimentaria y nutricional, Urquía precisó que “unos 10 millones de mexicanos –que son los que reciben menores ingresos– invierten el triple de su gasto en refrescos que la inversión que realizan en leche”.
En el país, añadió, existe una “doble carga” por la desnutrición y obesidad, que principalmente es causada por la disponibilidad de calorías, que asciende a 3 mil 180 por persona, cuando la Organización Mundial de la Salud recomienda poco más de 2 mil 500.
Según el documento Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en México 2012, elaborado por el organismo internacional, “dicho fenómeno es relevante si se toma en cuenta que en los países de América Latina, donde la prevalencia de la obesidad es un problema creciente, se enfrenta la doble carga de la enfermedad cuando coexisten hogares con sobrepeso materno e hijos desnutridos”.
Pero el asunto no para ahí. México no logra ser autosuficiente en la producción agrícola de alimentos, señaló Nuria Urquía, pues actualmente el país no supera el 1.1% de crecimiento de su productividad, cuando en la década de los noventa la tasa de producción alcanzaba hasta 3%.
“La productividad en México es inferior a la productividad en Centroamérica, sobre todo en granos”, y en productividad, añadió, se encuentra en los últimos lugares.
De acuerdo con el análisis de la FAO, “aun cuando el aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad en los adultos mexicanos ha declinado en los últimos seis años, debe señalarse que la prevalencia de estas condiciones de salud se encuentra entre las más altas del mundo”.
El estudio prende las luces de alerta:
“El que siete de cada 10 adultos presenten sobrepeso, y que de éstos la mitad presenten obesidad, constituye un serio problema de salud pública, por lo que es indispensable redoblar esfuerzos para disminuir estas prevalencias que aumenten el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles con grandes costos directos e indirectos para las familias y el Estado”.
En estos días se discute en el Congreso la reforma hacendaria que pretende crear un impuesto de salud, al poner un gravamen a los refrescos (un peso por litro) ante los elevados índices de obesidad que persisten en México.
En respuesta, las refresqueras han emprendido una férrea oposición, bajo el argumento de que la obesidad no se resuelve con impuestos, además de que –aseguran– el gravamen afectará a los pequeños comerciantes.
Al respecto, la FAO señala en el estudio: “en el caso de México ya ha sido documentado previamente que el sobrepeso o la obesidad concurrente y la desnutrición crónica es un importante problema de salud pública en las regiones rurales de bajos ingresos… Además, si la madre tiene obesidad central, hay mayor riesgo no sólo de enfermedades crónicas, sino también de retraso en el crecimiento infantil”.
Fuente : proceso
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