Rigoberto Romero López, director de Seguridad Pública de Purísima, Guanajuato. Foto: AM |
Amézquita Flores rechazó el abrazo de su superior –compadre del alcalde panista Tomás Torres Montañez– y salió llorando de la oficina. “Me dio mucho coraje”, dice en entrevista.
Ese incidente fue la gota que derramó el vaso. Durante un año Alejandra aguantó el acoso de Romero López, hasta que decidió asesorarse legalmente e interpuso una denuncia por hostigamiento sexual ante el Ministerio Público, con el apoyo de la abogada Miriam Plascencia Mojica.
El pasado 25 de septiembre la denuncia fue recibida en la Agencia Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar ubicada en León, con el número de expediente 24706/2014.
Posteriormente, Alejandra y su abogada presentaron una queja en la Procuraduría Estatal de los Derechos Humanos (PEDH), donde se inició el expediente de queja 252/14-A, admitido por el organismo el 30 de septiembre.
Además del relato de Alejandra y el peritaje psicológico realizado por especialistas de la Procuraduría General de Justicia del estado (PGJE), la denuncia incluye declaraciones de al menos cinco de sus compañeros, varios de los cuales le advirtieron desde abril de 2013, cuando ingresó a la corporación, que el director “no la dejaría en paz”.
La de Alejandra no es la primera queja por acoso sexual en contra de Rigoberto Romero. Desde hace aproximadamente un año, la Contraloría del municipio, a cargo de José Asunción Granados Urbieta, registró otra denuncia de la expolicía Nancy, quien simplemente fue cambiada a otra área del gobierno municipal. Alejandra es originaria de La Unión de San Antonio, Jalisco, municipio colindante con esta localidad. Pese a la oposición de su padre, que también fue policía, ingresó a los 21 años a la academia de la corporación y luego se integró a la policía municipal de Purísima del Rincón, en abril de 2011.
“Yo quería aprender más, saber hacer más cosas. En los operativos intermunicipales, varios compañeros me dijeron que acá en Purísima me iba a ir mejor, que tenían una mejor capacitación. Una amiga y yo venimos a pedir trabajo. Nos entrevistamos con el director Rigoberto Romero, luego presentamos los exámenes. Mi amiga ya no se quedó, pero yo sí”, precisa Alejandra al salir de la Agencia Especializada en Delitos Sexuales de León, después de que le realizaron un estudio psicológico.
“Me trataban bien, nos la llevábamos bien. Algunas veces el director me había dado aventón, incluso en la camioneta iba su esposa o uno de sus hijos, ella muy amable conmigo, hasta el día en que el director me dijo que yo le gustaba”.
Eso, recuerda, sucedió el 27 de septiembre del año pasado, el mismo día que el alcalde Tomás Torres Montañez presentó su primer informe de gobierno y ella formaría parte de la escolta.
Al final de cuentas, dice, otra compañera participó en la ceremonia por lo que ella tuvo que dirigirse a las oficinas de Seguridad Pública, que estaban ubicadas en el Eco Parque Mil azahares, para guardar el uniforme de gala. Y ahí, añade, Rigoberto Romero López le dijo que ella le gustaba.
“Yo le contesté que me caía bien, pero sólo de manera amistosa y que estábamos en el trabajo”. Desde ese día, afirma, se distanció de su jefe hasta donde le fue posible. “Me sentí triste, incómoda, ya no era lo mismo”.
En varias ocasiones aquel le ofreció aventón para llevarla a su casa, pero ella se negó, y ordenaba a los comandantes que no la pusieran junto con ciertos compañeros en el servicio.
Ella confesó a sus pares lo ocurrido y les dijo que ya no quería continuar en la corporación. Un día abandonó el servicio y decidió presentar su renuncia.
El director de Seguridad Pública la convenció para que siguiera en funciones. “Me dijo que no me fuera, que yo era muy buena, que era la mejor de las seis mujeres policías que hay aquí”.
Enterado de la situación, el subdirector Miguel Delgado Pérez le ofreció cambiarla de turno para que no renunciara.
Pero el acoso no cesó. “El director se presentaba en el lugar donde yo estuviera de servicio, supuestamente para revisar el trabajo, para supervisar”.
A finales de febrero Alejandra fue llamada de nueva cuenta a la oficina de Romero López, y éste le reclamó que saliera con uno de los agentes. “Me dijo que ya sabía con qué chingadera andaba, que cómo me conformaba con eso, que yo me merecía algo mejor y que aceptara andar con él, que yo me le antojaba mucho. Yo le pedí que me dejara en paz, que yo sólo quería hacer mi trabajo, que respetara mi vida privada y que yo no quería andar con él”.
En respuesta, el funcionario la jaló hacia él e intentó besarla y tocarle los senos. “Yo me zafé y salí corriendo. Estaba muy enojada”.
Al día siguiente Romero López llamó al policía con el que trabajaba Alejandra y le advirtió que tuviera mucho cuidado “con mi novia”.
El 25 de agosto pasado, después de que Alejandra y otros compañeros comentaron sobre los exámenes de control de confianza que les practicaron, pero cuyos resultados ignoraban, el director de la corporación le ordenó presentarse en su oficina. La interrogó y, por enésima ocasión, ahora bajo la amenaza de despedirla porque supuestamente no había pasado los exámenes, le pidió tener relaciones sexuales con él.
Después de que intentó abrazarla, el jefe policiaco le tocó el trasero. “Güerita, tú sabes bien que siempre me has gustado y la verdad te traigo un chingo de ganas, me dijo. Yo le contesté que ni muerta, y fue entonces cuando me advirtió que terminaba mi contrato y me quedaría sin trabajo. Salí y le informé a mi comandante”.
Al día siguiente el subdirector le ordenó a Alejandra que lo acompañara a Recursos Humanos para que presentara su renuncia voluntaria, pero ella se negó.
“¿Por qué tengo qué renunciar? Que me demuestren que no pasé los exámenes. En la oficina de Recursos Humanos la encargada nos dijo que no me podían correr, que yo ya tenía mi base. Hasta hoy es fecha que a nadie le han informado los resultados de los exámenes, a nadie han despedido, sólo lo intentó conmigo porque no quise acostarme con él”, dice la agente.
Según la abogada de Alejandra, Rigoberto Romero ha sido demandado por otras actuaciones arbitrarias en contra de ciudadanos de Purísima. “Pero él siempre ostenta su compadrazgo con el presidente municipal. Dice que nadie le puede hacer nada porque es de todas las confianzas del alcalde”, apunta.
El presidente municipal Tomás Torres fue notificado de la queja que interpuso Amézquita Flores ante la PEDH, que le solicitó un informe sobre el proceder del director de Seguridad Pública.
En respuesta, el alcalde amenazó con correr a los compañeros de Alejandra que atestiguaron en el Ministerio Público. Y al responder a Derechos Humanos pretendió desacreditar el trabajo de aquella.
“¿Hasta dónde tengo que llegar para defenderme?”, concluye la agraviada.
Fuente : Proceso.
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