Foto: Elizabeth Ruiz/ Cuartoscuro |
Una imagen en un tuit circuló por redes sociales en febrero pasado: el entonces subsecretario de Desarrollo Social y Humano de la Secretaría de Desarrollo Social, Ernesto Nemer, enaltecía así el trabajo del niño bolero que lo atiende cada vez que visita San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
“Me da mucho gusto saludar a mi amigo Angelito, que siempre que vengo a San Cristóbal me da la mejor boleada”, presumía hasta que borró la publicación, por las críticas que generó.
La Declaración de los Derechos del Niño, aprobada en 1959 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), establece que todos los infantes tienen derecho a la educación y a no realizar alguna actividad laboral.
Al respecto, el doctor Jesús Rubio Campos, investigador de El Colegio de la Frontera Norte ( Colef) realizó un estudio titulado: La investigación Trabajo infantil en San Cristóbal de Las Casas: el caso de los niños boleros chamulas.
Se trata de pequeños que no van o han dejado la escuela para dedicarse de tiempo completo al oficio de asear zapatos.
“En las calles de San Cristóbal de Las Casas observé una gran cantidad de trabajo infantil, lo cual me hizo pensar cuáles son los factores que hacen de esta situación algo normal para una parte de la sociedad. Me formulé preguntas como si esos niños asisten a la escuela o si son sujetos a algún tipo de explotación laboral”, dijo en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.
El doctor analizó la compatibilidad laboral-escolar de los niños boleros en San Cristóbal de Las Casas. Por medio de observación directa de 15 niños en las calles de la ciudad, entrevistas a profundidad a cuatro de ellos (de entre 10 y 13 años), así como entrevistas con locatarios y miembros de organizaciones de la sociedad civil, descubrió que provienen de la comunidad San Juan Chamula -a unos 20 minutos de San Cristóbal- y que por diversos motivos culturales, económicos y legales no asisten a la escuela poniendo en riesgo sus capacidades futuras.
Rubio Campos explicó que existen diversas teorías sobre el trabajo infantil. Una de ellas plantea que esta actividad “da a los niños una especie de sociabilización, contribuye a que sean responsables y a contribuir al sustento familiar, lo que los hace sentirse dignos”.
Otra, que comparten algunos organismos internacionales, que consideran que el trabajo infantil puede darse siempre que se compagine con la vida escolar y familiar. Y también posturas más abolicionistas, las cuales establecen que los infantes solamente deben dedicarse a estudiar.
“En el caso de los boleros chamulas vemos que son niños muy pequeños, que trabajan muchas horas al día, sobre todo los fines de semana (cuando hay más visitantes); lo hacen bajo las inclemencias del clima, no comen bien, no visten bien y además dejan de ir a la escuela”, dice el investigador.
Este estudio muestra que hay una división del trabajo en San Cristóbal de Las Casas. Los niños bolean más a los turistas, mientras que los adultos lo hacen para la gente local. Además esta actividad también se divide por sexo, pues los varones en su mayoría son boleros, en tanto que las niñas se dedican a la venta ambulante de artesanías, comida y dulces.
Rubio Campos realizó observación directa en la vía pública, especialmente en los alrededores del Mercado de Dulces y las Artesanías, en el mercado de Santo Domingo, de la plaza de la Catedral y en los andadores Guadalupe, Santo Domingo y del Carmen. Observó e identificó 15 niños aseadores de calzado, entre los cuales realizó cuatro entrevistas semiestructuradas. Constató que la mayoría es renuente a hablar con personas extrañas, tanto por desconfianza como por el poco dominio que tienen del español, pues la mayoría habla tzotzil.
Explica que al preguntarles en qué utilizan el dinero que obtienen por esta actividad, los niños respondieron que para comprar ropa y comida; “pero cuando ves sus condiciones y forma de vestir, te das cuenta que es una respuesta que tienen aprendida porque están acostumbrados a que la gente y las autoridades los cuestionen al respecto”.
El investigador entrevistó a dueños y trabajadores de comercios aledaños a las zonas donde se desenvuelven estos niños, y recopiló información orientada a que muchos de ellos podrían ser explotados por sus padres.
“Si un niño se quedara con 20 pesos que puede obtener por una boleada, y hace por lo menos diez boleadas, estaría obteniendo 200 pesos diarios, equivalente a mil pesos en cinco días. Es dinero que se notaría en sus condiciones y no es así”, abunda.
En ese sentido, destaca que las autoridades deben vigilar que los menores que laboran no lo hagan sometidos a esfuerzos que no son acordes a su edad y, sobre todo, que se proteja su derecho a asistir a la escuela, “porque me encontré que son niños que estudian hasta el quinto o sexto grado de primaria”.
Rubio Campos indica que en San Juan Chamula 42.5 por ciento de la población mayor de 15 años es analfabeta, en el caso de las mujeres 52.1 por ciento no sabe leer ni escribir. En tanto que el grado de marginación es muy alto, pues 41.6 por ciento de las viviendas no tiene agua entubada, 62.9 por ciento carece de drenaje y una de cada cuatro casas tiene piso de tierra.
“El problema que uno ve a simple vista es estructural, tiene muchas causas y ramificaciones que deben atenderse de manera integral. Por eso es necesario el enfoque de política pública”, dice.
El doctor en política pública por el Tecnológico de Monterrey destaca que la primera herramienta que debe emplearse para atender este problema es no normalizar el trabajo infantil, porque el hecho de que exista denota que hay problemas estructurales en sus comunidades de origen; en este caso, San Juan Chamula es un municipio atendido por los programas sociales pero en la realidad no hay evidencias de que se eleven los índices de salud, vivienda y educación. (Con información de Conacyt)
Fuente : AristeguiNoticias.
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