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lunes, 28 de octubre de 2013

Mixquic: el pueblo de los muertos más vivos

SAN ANDRÉS MIXQUIC (proceso.com.mx).- En San Andrés Mixquic, uno de los siete pueblos originarios de Tláhuac, la muerte convive todos los días con la vida como si fueran hermanas; unidas, encadenadas, cómplices eternas de una magia que cobra su máximo esplendor cuando el más allá se acerca al más acá.
La alumbrada en San Andrés Mixquic. Foto: Especial
La alumbrada en San Andrés Mixquic.
Foto: Especial

Célebre internacionalmente por la fiesta que se realiza en honor a los muertos, Mixquic recibe cada año a miles de visitantes dispuestos a mantener la llama de una tradición viva que regocija y conmueve a propios y extraños, que detona burlas y a la vez hondo respeto por la huesuda temida.
La rutina de los mixquenses está estrechamente ligada con la muerte que aquí se enseñorea. Los difuntos son testigos de cómo crecen los chilpayates, de su hora de la salida de la escuela, del momento en que los
adultos rezan, de sus tribulaciones terrenas. Ellos escuchan cada paso y hasta presienten en los huesos la noche y el día.
A su vez los vivos los recuerdan, los reviven, les lloran, les rezan, les hacen caravanas y los complacen en todo.
Y es en el transcurso de la noche del 2 de noviembre cuando los habitantes de este barrio mágico se “mudan” a las tumbas de sus muertos.
Este ancestral culto a los difuntos es de origen prehispánico. Los nahuas ya celebraban dos importantes fiestas en su honor.
Pero lo que hace de Mixquic un lugar único es que su panteón está localizado precisamente en el atrio de la parroquia y exconvento de San Andrés Apóstol, en un extenso campo donde reposan los restos mortales de aquellos que alguna vez pisaron la tierra.
El mismo cementerio es sobreviviente por partida doble, ya que durante la época de la Reforma, por higiene pública el gobierno ordenó la clausura de los panteones ubicados en los atrios de las iglesias. El abandono y descuido en el que actualmente se encuentra es otro de sus enemigos.
En la época prehispánica Mixquic era una isla rodeada por las aguas del Lago de Chalco y destacaba por el cultivo de hortalizas por medio de chinampas, que muy apenas sobreviven hoy en día en esta zona lacustre.
Localizada en el sureste de la Ciudad de México, en la delegación Tláhuac, hoy en día esta comunidad conformada por cuatro barrios se debate entre ser devorada por el monstruo de la urbanización o conservar su atmósfera rural.
La fiesta que une a vivos y muertos
Teresa Jiménez Castillo, de 50 años, residente del barrio de San Miguel y encargada de una fondita en el mercado local, recuerda que cuando era niña, sorprendida veía cómo todo el pueblo se volcaba en el rito a los muertos en una tradición que, asegura, se mantiene casi intacta.
Explica que el día 2 de noviembre los deudos se encaminan al panteón de San Andrés para vestir las tumbas de alegres flores y poner calaveras hechas de calabaza o chilacayote a las cuales colocan velas.
Relata que un día antes, el 1 de noviembre, un grupo de personas carga un ataúd y escenifica un cortejo fúnebre en las calles del pueblo durante el cual se dicen diferentes frases referentes a la muerte. En el trayecto al cementerio los participantes solicitan apoyo económico para sepultar al “muerto”. Una vez ahí, éste “revive”, se levanta y corre entre la multitud en medio de bromas, risas y música.
La madre de Teresa, conocida como doña Chayo, una mujer de 84 años, ágil, lúcida y amable, cuenta que el Día de Muertos los habitantes de Mixquic abren las puertas de sus hogares, engalanados con altares de muerto, y ofrecen comida y bebida a los visitantes de éste y del otro mundo.
También se traza un camino de flores desde la entrada del pueblo hasta el camposanto, indica.
Agrega que en los barrios cercanos a Mixquic la celebración del Día de Muertos tiene diversas variantes, pero la esencia es básicamente la misma.
Cada año doña Chayo revive la tradición y ha enseñado a los suyos a no dejarla fenecer.

El campanero
Por lo regular en Mixquic el ritual místico-religioso de muertos comienza el 31 de octubre. Aparece un personaje muy importante: el campanero, encargado de indicar los momentos solemnes con el resonar de las campanas.
El anuncio de la celebración se hace a las 12 del mediodía con 12 campanadas en la parroquia de San Andrés Apóstol, a las que sigue un repique solemne que anuncia el instante en el que llegan las almas de los niños.
A esa hora ya se encuentra un altar preparado en todos los hogares que deben estar bien limpios y arreglados. En primer término se pone un cirio pequeño, un vaso de agua, la sal y las flores blancas señalando que se está recibiendo a las almas de los niños, además se riegan pétalos de flores blancas desde el zaguán hasta el altar.
A partir de las 7 de la tarde doblan las campanas anunciando la “hora del campanero”, costumbre que data desde la antigüedad y consiste en que grupos de niños lleven consigo una campanita y un costal visitando las casas de amigos, parientes y vecinos mientras cantan, rezan y piden ofrendas.
“A las ánimas benditas les prendemos sus velitas, campanero mi tamal, no me des de la mesa porque me hace mal”.
Luego ofrecen una canasta al campanero pero no toman de la ofrenda.
Al día siguiente, 1 de noviembre, a las 8 de la mañana se ofrece el desayuno a las ánimas de los niños. Dicha ofrenda también se anuncia con repiques de campanas. A las 11 de la mañana se realiza la misa de gloria para despedir a las pequeñas almas.
A las 12 del mediodía llaman 12 campanadas indicando que se van las ánimas de los niños y doblan otras 12 campanadas por la llegada de las ánimas de los adultos.
A las 3 de la tarde se repica nuevamente en señal de oración. Al terminar ésta, se enciende una vela por las ánimas olvidadas.
La alumbrada o noche de velas
Al caer la tarde del día 2 de noviembre los habitantes de Mixquic acuden al panteón con una gran cantidad de velas, flores e incienso. En el trayecto algunos se alumbran con las velas pero otros esperan hasta llegar a la morada de su ser querido para encenderlas.
Iluminar las tumbas representa el triunfo del paso de esta vida a la otra. La intención es mostrar la luz a las almas para su retorno al Mictlán (lugar a donde van los muertos) y así tener la seguridad de que no se pierdan, para al año siguiente esperarlas nuevamente.
En la oscuridad del ambiente, las lucecillas van encendiéndose al vigor de las velas y el panteón emana diferentes aromas por el sahumerio, resina de copal e incienso.
Entre oraciones y cánticos el cementerio refleja una luz inmensa que aparenta el regreso al más allá de las ánimas. En el pasado se alumbraba con rajas de ocote o fogatas, pero ahora se utilizan velas.
Ese día se ofrecen todo tipo de alimentos y durante la jornada se escucha el doblar de las campanas que indican ovación.
El camposanto se vuelve la casa de los vivos y muertos, las tumbas se limpian, se rehacen quedando listas para adornarse con flores de cempasúchil y alelí en el día y alumbradas de noche.
Todo el camposanto parece estar entre nubes, con luces. Este acto y ceremonia presenta un bello espectáculo donde abunda el misticismo, oración y comunión entre la vida y la muerte.
Al siguiente día se intercambian ofrendas entre parientes y amigos, se recogen las velas y muchos vuelven a casa para permutar las ofrendas y comer el alimento que se les guardó a las almas.
La celebración del Día de Muertos en Mixquic incluye además actividades culturales, visitas guiadas, exposiciones, muestras gastronómicas, dancísticas, conciertos musicales y obras teatrales.
Los encantos de Mixquic
Este pueblo cuenta además con otros interesantes sitios de relevancia histórica, arqueológica y arquitectónica que vale la pena conocer, como el magnífico templo y exconvento de San Andrés Apóstol, construido en el siglo XVI por religiosos agustinos que levantaron sus muros con piedra volcánica.
La parroquia, edificada encima de lo que fue un teocalli prehispánico, sufrió un derrumbe tras el cual únicamente quedó en pie la imponente torre del campanario. Aproximadamente en el año 1600 fue reconstruida a unos metros de dicha torre.
En el interior de la iglesia hay un Cristo hecho de caña, conocido como el Señor de las Maravillas, con cabello natural y corona de latón, de una apariencia muy natural.
En el patio de la casa cural de esta iglesia se encuentran hallazgos arqueológicos como la escultura en piedra de la Diosa de la Vida y la Muerte, ubicada en el antiguo panteón prehispánico y la escultura del Chac Mool (mensajero de los dioses) flanqueada por dos aros del juego de pelota.
Un total de 279 piezas arqueológicas pertenecientes al periodo posclásico tardío se exhiben en el museo de Mixquic. Entre ellas destaca una exquisita escultura en piedra de una serpiente.
Además, en cada uno de los cuatro barrios de este pueblo (Los Reyes, San Miguel, San Bartolomé y San Agustín) existe una cruz de piedra donde cada 3 de mayo se organiza una animada celebración.
Sin duda, la visita a Mixquic el Día de Muertos quedará en un recuerdo que pervivirá eternamente.
Cómo ir
Una de las vías de acceso es por Periférico Sur hasta llegar a avenida Tláhuac. Una vez en Tláhuac tomar el camino hacia Mixquic.
Otra opción es avenida Tasqueña hasta llegar a avenida Tláhuac. Una vez ahí dirigirse hacia Mixquic.
Una tercera ruta es la autopista México-Puebla, con dirección a la carretera Chalco-Mixquic.
Otra ruta más es la entrada de la autopista México-Puebla con dirección al Eje 10 Santa Martha-Mixquic.
Si va en transporte público, puede viajar en la línea 12 del Metro con dirección a Tláhuac. Bajar en la última estación y de ahí tomar un camión con dirección a Mixquic.
En la línea 2 del Metro, ir en dirección Tasqueña. Una vez en el paradero norte, tomar un camión a Tulyehualco y de ahí la Ruta 50 a Mixquic.
 Fuente : Proceso
   

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