Quetzaloaztécatl y Televipóchtli exigían de sacrificio a Chepotécotl,
seleccionador del equipo de todos (con el apéndice “nosotros” para
evitar la censura) después de rotundos fracasos deportivos de los que
obviamente él es el único culpable y no los 11 inútiles que pisan la cancha sagrada del azteca.
Primer tiempo: es un nuevo México, como el que enfrentó a Costa de Marfil; los dioses nos sonríen hoy en nuestro día de necesidad. ¡Ni la lluvia ni los maestros, detendrán este movimiento!
20 minutos de gloria son suficientes para lavar las culpas, enfrentar
demonios y catalizar el ímpetu nacional que no se expresa de otras
formas.
¿Y quién es Allende? ¿quién es Aldama?…los héroes de hoy
son Giovanni y Peralta. ¡Agárrate
Río que México viene que va! ¡los
campeones olímpicos del mundo serán!
Segundo tiempo: la cosa cambia, ni la hermosura de
Peralta nos salva de la zozobra. ¡Los dioses nos han abandonado!
Nuevamente, 20 minutos son suficientes para descender a los dominios de Mictlantecuhtli;
y la llama que ardió en entusiasmo se consume con dos bombazos de
Honduras. La reacción obvia, es expresar nuestra amnesia (bastante
reciente) con furia condenatoria.
Y los viejos éforos del monte Ajusco pidieron el castigo divino. !Chepotécotl debe ser ofrendado a los dioses para calmar su furia! Perdonad nuestros pecados, que aún somos dignos del paraíso del mundial.
Rabiosos, inmersos en su furia, los jueces del juego sagrado pidieron
muerte al infiel y, de paso, cabezas de jugadores que cobran altos
sueldos en Europa y localmente sin dar los resultados esperados (debemos
concordar con esto último).
El augurio: en una muestra de bipolaridad e histeria individual que se torna colectiva, los comentaristas de Tv Azteca
(el canal por el que vi el partido de México contra Honduras) alabaron y
castigaron; elevaron a alturas divinas para después condenar al
infierno al director técnico de la selección.
Esto es típico de la prensa deportiva mexicana y, en general, de la
prensa tradicional mexicana; exacerbar los ánimos, sacar conclusiones
apresuradas y después condenar sin el mínimo análisis; arrastrando
en su estupidez a la audiencia que, a falta de medios para contrastar o
de voces alternas, se deja llevar por los orangutanes que les llevan
las noticias a sus casas.
Lo de menos es el fut: el problema es la cultura informativa y
opinativa, mediocre y escandalosa, que nos bombardea día y noche en la
tele y en muchos diarios (desgraciadamente llega con fuerza al
internet).
Fuente : Impunemex
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