En esta imagen de octubre de este año, se observa parte del meteorito recuperado del lago Chebarkul. |
Así lo sugiere un estudio publicado en la revista científica Nature en el que investigadores constataron que rocas espaciales tan grandes como una casa y de un tamaño similar a la que explotó sobre la localidad de Chelyabinsk, están viajando hacia la atmósfera de la Tierra con una frecuencia sorprendente.
El autor principal de la investigación, el profesor Peter Brown, de la Universidad de Western Ontario en Canadá, le dijo al programa de la BBC Science in Action: "Probablemente merezca la pena crear una suerte
de sistema que escanee el cielo de una forma casi constante y busque estos objetos antes de que alcancen la Tierra.
"En el caso de Chelyabinsk, una alerta previa de unos días o una semana hubiera sido valiosa", precisó.
El objeto que cayó en la ciudad rusa se hundió en el lago Chebarkul, lo que causó una perforación de seis metros de ancho en el hielo de la superficie.
Científicos afirman que la roca recuperada parece ser el fragmento más grande de un meteorito que se ha encontrado hasta ahora.
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Bola de fuego
"En el caso de Chelyabinsk, una alerta previa de unos días o una semana hubiera sido valiosa"
Peter Brown, Universidad de Western Ontario, Canadá
Golpeó la atmósfera con una energía que se calcula era equivalente a 500.000 toneladas de TNT, generando una onda sísmica que dio dos vueltas alrededor del globo. Causó daños generalizados e hirió a más de 1.000 personas.
Ahora, los científicos dicen que puede haber más rocas espaciales de este tipo en rumbo de colisión hacia la Tierra.
Un equipo internacional revisó datos de los últimos 20 años recopilados de sensores que utiliza el gobierno de Estados Unidos y sensores de infrasonidos posicionados en todo el globo.
Estos sensores están colocados para detectar la amenaza de armas nucleares, pero también pueden capturar las explosiones causadas por impactos de asteroides.
Los investigadores comprobaron que, durante este tiempo, cerca de 60 asteroides de hasta 20 metros de tamaño se habían estrellado en la atmósfera de la Tierra: muchos más de lo que se pensó previamente.
La mayoría de ellos pasaron inadvertidos porque explotaron sobre el océano o sobre zonas muy remotas.
Brown explicó: "Fuimos capaces de obtener la tasa de incidencia que se podría esperar de eventos como el de Chelyabinsk y de impactos menores. Cuando se compara con las cifras que se reciben de las observaciones con telescopio, nuestros números son varias veces más altos".
Esto sugiere que el riesgo que suponen los asteroides de este tamaño ha sido subestimado hasta ahora.
Más impactos y mayor presencia
El equipo calcula que la tasa de alcance de asteroides de decenas de metros de tamaño oscila entre 2 y 10 veces más de lo que se pensaba hasta ahora."Algo como lo de Chelyabinsk se esperaría que ocurriera sólo cada 150 años, según la información de los telescopios. Pero cuando se analizan nuestros datos y se extrapolan, vemos que estos eventos parecen estar ocurriendo cada 30 años o así", dijo Brown.
Un evento como el impacto de Tunguska en 1908, año en que un asteroide aplanó miles de kilómetros cuadrados de bosque en Siberia, probablemente ocurra cada pocos cientos de años en lugar de cada pocos miles de años, añadió.
Brown defendió que se deben hacer más esfuerzos para crear sistemas de alerta temprana.
"Sólo hemos descubierto algo más de 1.000 de estos elementos. Hay muchos más por encontrar, pero sería muy caro encontrarlos todos y probablemente no tendría mucho sentido, porque la atmósfera los detiene en muchos casos.
"Lo que sí puede tener sentido es desarrollar sistemas que encuentren objetos unos días o semanas antes de que lleguen… que digan dónde y cuándo impactarán la Tierra. Esto permitiría que se diera algún tipo de alerta a las autoridades de defensa civil".
En otro estudio, también publicado en Nature, los científicos dijeron haber rastreado el asteroide del que se escindió el meteoro de Chelyabinsk.
Creen que es un fragmento de una roca de 2 km de ancho llamada asteroide 86039.
El profesor Jiri Borovicka, de la Academia de Ciencias de la República Checa, dijo que las órbitas eran "llamativamente similares", aunque el equipo no pudo probar "el origen común con certeza absoluta".
Fuente : BBCmundo
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