Juan Francisco Quinquedal, de 67 años, herido de gravedad durante protestas. Xinhua/Ana Esquivel) |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Un gobierno de tensión con la sociedad, autoritario y antidemocrático, es lo que se avizora con el retorno del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos. El origen de quien estará al frente, Enrique Peña Nieto, y de quien manejará la supersecretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, “es cantera de lo más autoritario del PRI”.
Así describe el historiador y politólogo Lorenzo Meyer lo que se ve para los próximos seis años. Partiendo de la biografía del PRI, Peña Nieto y sus principales operadores, así como de los acontecimientos previos a la toma de protesta, Meyer sostiene que “no están entendiendo a México” o por lo menos “no tienen la sensibilidad política para adelantarse a los acontecimientos y actuar rápido”.
Esto es por los cientos de vallas metálicas que se instalaron en un radio de 10 kilómetros alrededor de San Lázaro una semana antes de que Peña Nieto protestara como presidente, lo que llevó a un malestar generalizado de la sociedad.
Meyer recuerda que el viejo PRI, el clásico, ha tenido como ejes de actuación la represión y la cooptación. Hoy, dice, se ve el mismo patrón en quienes han regresado al poder: “Esa es la mejor arma del sistema político mexicano. Primero cooptaba, y si le fallaba, reprimía”.
Hace un análisis de los cambios a la Ley Orgánica de la Administración Pública y de las nuevas atribuciones de la Secretaría de Gobernación, sobre todo con la inclusión de conceptos como “riesgo a la seguridad”, “amenazas” o “paz social” que una vez “rotos” –según la perspectiva del titular de la dependencia– pueden detonar el actuar de las policías.
Esto, sostiene, hace que el potencial de represión sea alto porque dichos “conceptos no son puros, de la ciencia; la fuerza o la distancia se pueden medir, pero el riesgo depende en buena medida de quien esté a cargo y que considere que hay un verdadero peligro. El concepto no ayuda. En cierto sentido encubre la mano libre”.
En cuanto a las alianzas para establecer la gobernabilidad y darle rumbo al país, como se consideró al fracasado Pacto por México, el historiador piensa que establecer acuerdos de simulación con fuerzas formales y legales pero que no tienen el poder, y excluyendo a la verdadera oposición y a quienes realmente manejan al país, sólo los ha llevado a “desfondarse” de manera rápida.
Se refiere al acuerdo anunciado por los dirigentes nacionales de los tres principales partidos el pasado 26 de noviembre y que hubo de ser cancelado el día en que se firmaría –29 de noviembre– debido a la falta de consenso en el PRD.
Atenco lo marca
Para responder al interrogante de cómo podría ser el gobierno de Peña Nieto, Meyer se remite inevitablemente a la biografía del nuevo mandatario y por supuesto a Atenco, donde un grupo de ejidatarios opuestos a la construcción de un aeropuerto en sus parcelas realizó una manifestación que fue aplastada con la intervención de las policías. El resultado fueron mujeres violadas, hombres golpeados y la muerte de un joven y de un niño.
“Peña viene del PRI más clásico dentro de lo clásico, porque Atlacomulco no es nada más priismo, es quizá un subsistema priista que lleva 83 años en el poder, ininterrumpidos; es un subpartido muy compacto que no tiene peleas entre ellos para que el Distrito Federal no se los comiera”, dice.
Al estrenarse como gobernador usó la fuerza pública a fondo en el caso de Atenco. Luego, cuando ese personaje termina en la Universidad Iberoamericana, el 11 de mayo de 2012, se enorgullece de lo que hizo. “Defiende con vehemencia lo que hizo. ¿Quiere decir que si vuelve a enfrentar algo así, reaccionará igual? Es una pregunta; no se puede decir que así vaya a ser, pero es lo único con lo que contamos de Peña Nieto. Que nos desmienta. Sería agradable”.
(Con informacion de proceso )
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