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martes, 25 de junio de 2013

Los indignados reclaman un “Brasil Nuevo”

Un despertar social repentino del pueblo brasileño, que durante los últimos 10 años estaba disfrutando el boom macroeconómico estudiado y aplaudido tanto en América Latina como en el resto del planeta, dejó sorprendido a todos los estudiosos de movimientos sociales.
brasil protestas
Deseo a todos ustedes que tengan su motivo de indignación. Porque cuando algo nos indigna, nuestra fuerza es irresistible (Stéphane Frédéric Hessel, 1917-2013)

Hace apenas 15 días nadie pensó que una convocación a la protesta utilizando Twitter por el Movimiento Passe Livre (MPL) por el aumento del boleto de transporte público se convertiría en un despertar social. Los políticos brasileños tanto pro gubernamentales como los de la oposición se quedaron atónitos cuando el 17 de junio pasado unos 250.000 mil brasileños, siendo la mayoría jóvenes, llenaron las calles de Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, Salvador, Palmas, Boa Vista y decenas de otras ciudades para protestar por el alza del valor de transporte, reclamar mejoría en los servicios públicos y decir No a la corrupción.

Las primeras movilizaciones esporádicas y de poca magnitud comenzaron en Sao Paulo a principios de este mes, cuando el Ayuntamiento subió el precio de transporte público (el ómnibus, tren y metro) de 3 reales (unos 1,5 dólares) a 3,2 reales (unos 1,6 dólares). Todo esto sucedió días antes del inicio de la Copa FIFA Confederaciones que es un ensayo general del Mundial de Fútbol 2014, entre los campeones de cada continente, programado en seis ciudades (Belo Horizonte, Brasilia, Fortaleza, Recife, Río de Janeiro Salvador y Sao Paulo).
Se calcula que en las discusiones sobre las protestas a través de Twitter, Facebook etc., participaron no menos de 79 millones de brasileños, es decir un 40 por ciento de la población que es de 190 millones de personas. El uso de la violencia brutal por la policía contra los participantes hizo crecer la indignación en el Brasil, haciendo aumentar las marchas de protesta que se extendieron por todo el país, y plantear nuevas reivindicaciones que incluyen mayores inversiones en la salud y la educación pública. La movilización ha sido tan fuerte que el gobierno federal tuvo que restringir el uso de balas de goma y el gas lacrimógeno (Brasil es el tercer productor en el mundo de este gas, detrás de Estados Unidos y China), permitiéndole actuar con fuerza solamente en casos de vandalismo y si es provocada.
El descontento de la población llegó a tal extremo que por primera vez en su presidencia, Dilma Rousseff, quien la semana pasada tenía aprobación del 75 por ciento, fue abucheada en el estadio de Brasilia al declarar inaugurada la Copa FIFA Confederaciones 2013 junto al presidente de la FIFA Joseph Blatter. Para la mayoría de los habitantes de Brasil, los 30 mil millones de reales (unos 13,3 mil millones de dólares) del erario público para la renovación y construcción de 12 estadios beneficiando a las compañías de construcción y estaciones de televisión eran demasiado gasto que hubiera sido mejor destinado al sistema de salud, educación y del transporte público.
Para calmar la opinión pública no le quedó otra alternativa a la presidenta Dilma Rousseff que anunciar, después de consultar a Luiz Inácio Lula da Silva, que “mi gobierno está atento a esas voces por el cambio y está comprometido con la justicia social”, añadiendo después que “esas voces necesitan ser oídas”. Por su parte el alcalde de Sao Paulo, Fernando Addad y sus colegas de otras municipalidades se comprometieron a dejar sin efecto el decretado aumento del boleto del transporte público sin dejar de comentar las dificultades que esto representaría para los presupuestos municipales.
¿Quién se hubiera imaginado que el pueblo brasileño declarado y confesado el amante más grande en el mundo del fútbol exigiría alguna vez a su gobierno gastar menos en su deporte favorito y más en salud y educación? Parece que en estos últimos diez años los intentos de Lula da Silva y de Rousseff de producir cambios sociales en el país dieron resultado, haciendo madurar la conciencia social de su pueblo.
A la vez en este Brasil, el 30 por ciento de la población económicamente activa trabaja en el sector informal, el 18.4 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad no tienen empleo ni estudian y el 1,4 millones de niños de 5 a 14 años trabajan. El 50 por ciento de las tierras cultivables, de acuerdo a la CEPAL, están en manos del uno por ciento de la población. El 85 por ciento de las mejores tierras se utilizan sólo para la soja, maíz, pastos y caña de azúcar y el 10 por ciento de los hacendados controlan el 85 por ciento del valor de la producción agrícola. Según el semanario brasileño, “Carta Capital”, el agro negocio produce desempleo “reemplazando a los trabajadores con máquinas y venenos” y hace dependiente al país de la importación de fertilizantes, del capital financiero, de los grupos extranjeros que controlan las semillas, insumos agrícolas, precios, comercialización y obtienen la mayor parte de la ganancia.
Los contrastes abundan en este enorme país sudamericano que actualmente constituye una atracción para los mejores profesionales del mundo. Recientemente se inauguró el programa público- privado “Startup Brasil”. Para la primera ronda de 50 ganadores han postulado 909 empresas extranjeras, incluyendo 90 norteamericanas. Según el director del programa, Felipe Matos, “Brasil está empeñado en dar un gran salto tecnológico en los próximos 10 años atrayendo mentes avanzadas y los especialistas que puedan ayudarnos a volver más competitivos en el mercado mundial”. Brasil ofrece a nuevas empresas casi 100.000 dólares de ayuda estatal, espacio gratuito para las oficinas, asesoramiento empresarial y servicios legales y contables, prometiendo las empresas de quedarse en el Brasil.
Este mismo Brasil es el motor principal del desarrollo económico latinoamericano y uno de los actores decisivos en el proceso de integración en el continente. Es el actor principal del MERCOSUR y uno los más importantes en el UNASUR y la CELAC. Su ex presidente Lula da Silva participó activamente en la derrota del ALCA en 2005 que el ex presidente George W. Bush trató de imponer. En los últimos diez años, a diferencia de las décadas anteriores, tanto Lula da Silva como Dilma Rousseff han mostrado solidaridad con Venezuela y Cuba y les han dado su apoyo.
Se está acercando un tiempo difícil para llevar adelante en Latinoamérica el proceso de la integración y del desarrollo sostenible, de acuerdo a las condiciones en cada país. Vemos permanentemente los esfuerzos de las transnacionales para parar estos procesos en Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y en especial en Venezuela. Los intentos desestabilizadores encubiertos o por medio de una permanente guerra mediática, tanto local como internacional, en el marco globalizado son pan de cada día. Pero al menos en el Ecuador fue promulgada recientemente la Ley de los Medios de Comunicación que establece cierto control sobre los medios privados y en otros países del ALBA están surgiendo medios alternativos. Pero Brasil está en las manos de los medios de comunicación globalizados que son reaccionarios y orientados hacia una crítica diaria del actual gobierno. En realidad el pueblo está desinformado y su voz prácticamente no existente.
Esto no tiene que olvidar el pueblo y debe orientar su indignación hacia el mejoramiento de las condiciones socio económicas en el país para cumplir con sus aspiraciones de tener un “País Nuevo” cuidándose en este empeño de no destruir lo logrado en estos largos y tensos diez años por Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff. 
Fuente : Inpunemex
Por Vicky Peláez

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