CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando la tierra se convulsionó echó abajo casas y edificios, pero también la seguridad de muchas niñas y niños, a quienes de diferentes maneras alteró su visión del mundo.
Rosa, de nueve años, duerme ahora abrazada a su mochila en la que tiene empacadas galletas, un cambio de ropa y una botella de agua. Alma ha estado hiperactiva, y cada vez que su papá sale a la calle pregunta ansiosa si no le habrá pasado algo. También llora por el oso de peluche que dejó abandonado en la escuela, cuando la tierra se movía.
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Uno de los dibujos alrededor del sismo. |
María quiere dormir abrazada a su mamá, y pidió a su papá que regresara a dormir a casa. Mateo no parece asustado, aunque, con el entendimiento que tiene, a sus cinco años, dice a su mamá que le enoja que caigan edificios. Emilia aún no cumple nueve meses, es muy pequeña para hablar, pero cuando le toca dormir se despierta cada 15 minutos, media hora, como si estuviera nerviosa. Su hermana de tres años dice que tiene miedo del hipopótamo con dientes que va a venir a morderla y se rehúsa a salir de casa.
Los niños de Unión Hidalgo, en Oaxaca, hablan de cómo la tierra se abre y fantasean sobre el helicóptero que llegará a salvarlos. Pasado el susto, Camilo y sus primos agarraron una nueva moda: jugar a que salvan a sus peluches de entre los escombros, los curan y les consiguen un lugar para vivir.