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miércoles, 23 de octubre de 2013

Avisos de estallido

MÉXICO, D.F. (Proceso).- En plena crisis y descomposición económica y social, los políticos viven una rara euforia. Se congratulan de sus logros personales, legislan sin ton ni son, dictan normas, crean organismos, disponen a capricho del erario y hacen como si de esa forma estuvieran cambiando algo en el país.
Protestas en la Asamblea del PAN. Foto: Octavio Gómez.
Protestas en la Asamblea del PAN.
Foto: Octavio Gómez.
En la zona alejada del confort de esos políticos encumbrados en altos puestos o representaciones del Estado, dicha fiesta es cada vez menos comprendida y aceptada por indígenas, maestros, campesinos pobres, estudiantes y trabajadores con ínfimo salario fijo que se reduce más por efecto de la carestía y la inflación. Para ellos, lo importante es que una ola de rebelión está comenzando.
Quizás no se den cuenta de ello los que están en el limbo de la política mexicana, pero la movilización social de los marginados es constante y de todos los días en estados como Chiapas, Oaxaca, Morelos, Veracruz, Michoacán, Zacatecas, Guerrero, así como en otros estados del centro y norte de la nación y, de manera
permanente, en un atrofiado y maniatado Distrito Federal.
Los focos de crítica y resistencia ya no están, como acontecía, concentrados en las universidades, porque el movimiento social de indignación está alcanzando dimensiones multitudinarias, abarcando a sectores antes pasivos, como los familiares de víctimas de la violencia, los afectados por las crisis sanitarias y hospitalarias, los que padecen los frecuentes desastres naturales y de corrupción. Además, empiezan a moverse también sectores organizados radicales que, en un contexto de ingobernabilidad creciente, analizan su despliegue.
Ninguna de las reformas impulsadas por el actual gobierno federal ha alcanzado la legitimidad y la justicia, que debieran ser propósitos plausibles y pertinentes ante una sociedad golpeada. ¿En qué va a beneficiar a miles de niños y jóvenes una reforma educativa que no lo es y que sólo se traducirá en un doble control sobre el magisterio, uno por parte del sindicato y otro por parte de la SEP?; ¿qué beneficios directos tendrá el maestro de aula con el cambio del sistema de pago de su salario de la Secretaría de Educación de su estado al de la SEP central?; ¿de qué servirán los censos escolares, las diversas evaluaciones, los nuevos exámenes a maestros y estudiantes, que darán a conocer, otra vez, lo mal que está el sistema educativo en su conjunto, cuando lo que se requiere es iniciar una verdadera reforma de fondo de la SEP y de lo educativo, en sus contenidos, métodos y sistemas de organización pedagógicos?
A los trabajadores, jóvenes sin estudio ni trabajo, comerciantes informales, migrantes pobres, mujeres de doble o triple jornada, indígenas, desplazados por desastres naturales, campesinos que se oponen al despojo de sus tierras por parte de trasnacionales, ¿en qué los beneficiará una reforma que imponga más impuestos al salario mientras el gobierno predador concentra más recursos, no diseña una estrategia adecuada para enfrentar la crisis ni mira hacia los que más requieren de programas compensatorios o de beneficio social? ¿Quién se traga la idea de que esta reforma fiscal será redistributiva y que afectará a los que más tienen, cuando el nuevo reordenamiento lesionará inclusive a las pequeñas empresas?
Y así sucesivamente: ¿De qué va a servir a las mayorías la entrega del petróleo a las trasnacionales y a la cúpula enriquecida del sindicato de Pemex?; ¿de qué, el apagón analógico?; ¿en qué nos beneficiamos con el paso de un IFE muy cuestionado hacia otro instituto electoral si todo se arregla en las alturas de un pacto que subordina a un par de dirigentes al interés de otro partido?
Está comenzando una nueva etapa en el país, mientras los de abajo ven que las mentadas reformas estructurales esconden políticas de mañas y corruptelas que ya se conocen desde hace mucho tiempo. Los sectores más afectados ya no se hallan pasivos, porque están en proceso de una muy amplia organización y movilización, mientras otros grupos se coordinan y valoran el momento de irrumpir en medio de estruendos. Este inicio tiene un alto riesgo, pero hasta ahora no se ve quién proponga resolverlo.
Fuente : Proceso

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