Oaxaca. Jornada electoral 2013. Foto: Hugo Cruz |
Era difícil que no hubiera desencanto. En estos comicios, la desesperanza comenzó hace tres meses. En abril pasado, el PAN dio a conocer que el gobierno de Veracruz y la Secretaría de Desarrollo Social maniobraban para desviar recursos federales a las elecciones locales.
A partir de ahí todo fue guerra sucia y violencia descarnada: asesinatos, levantones, espionaje, amenazas, acusaciones, robos y corrupción rampante.
Todos los partidos, excepto el PRI, admitieron esta situación: “Las campañas sucias han desanimado a la gente, la gente se desanima por eso”, admitió el secretario de elecciones del PAN en Baja California, Arturo García Portillo.
De los 14 estados en los que hoy hubo elecciones, el único en el que se disputó una gubernatura fue Baja California.
En la mañana, García Portillo era pesimista: calculaba que la afluencia no sobrepasaría 50%. Tras el cierre de casillas se estimaba que la votación real había sido bastante menor: 25%.
Los priistas tuvieron otro enfoque: en Ciudad Juárez, Chihuahua, Javier González Mocken (candidato suplente del PRI a la alcaldía) admitió que hubo una abstención “muy alta” que hasta el momento “no se ha roto”. “Siempre hay niveles altos de abstencionismo”, enfocó.
En Veracruz —uno de los estados más violentos y en cuyo gobierno menudean las acusaciones de corrupción— se calculó una abstención alta. “Tenemos un abstencionismo muy elevado. Lamentablemente se tenía proyectado unas cifras muy alentadoras por parte del personal del Instituto (electoral de la entidad) de 60%, pero no a nosotros nos han reportado que no llegan a 50% la participación electoral”, dijo el representante del Partido Alternativa Veracruzana, Alfredo Arroyo López.
El abstencionismo no fue sólo producto de la apatía: la violencia (mediante homicidios incluso) y las seculares delitos electorales jugaron su papel. Una de las víctimas fue Gustavo Madero, líder nacional del PAN. Le aplicaron el “ratón loco” a él y a los votantes de su casilla (históricamente panista). Esta práctica consiste en ir remitiendo al votante a lugares falsos, para que en algún momento se canse de buscar su casilla y abandone.
Fuente : Proceso
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